QUIRUELAS DE VIDRIALES: LA MAFIA DE LAS SETAS (I)...

LA MAFIA DE LAS SETAS (I)

Así opera la 'mafia de las setas' que arrasa los montes y arruina los pueblos.
Comercializadores piratas mueven por toda la geografía a bandas de recolectores de Europa del Este alarmando a vecinos y empresarios. Este año han acaparado casi toda la producción.
Es muy probable que las setas que ha comiendo este otoño en su restaurante favorito, o las que compró a 15, 20 y hasta 50 euros el kilo en su mercado local, sean de contrabando. Níscalos y boletus cuyo beneficio de venta no termina en las manos de los productores rurales, sino en intermediarios piratas que emplean a bandas de recolectores procedentes de Rumania y Bulgaria. Más de 500 europeos del Este se han instalado esta temporada en Zamora, el único punto de España en el que ha habido algo de floración micológica. Después de semanas de convivencia, a punto de terminar ya la campaña, los alcaldes de la región repiten la misma palabra: "horrorizados".
"Nos han expoliado los montes, que es como decir nuestro modo de vida. Ya habían venido en años anteriores, pero lo de este año ha sido una avalancha", dice consternado Carlos Pérez, alcalde de Figueruela de Arriba. La mafia de las setas se ha cebado con la comarca de Aliste, una de las zonas más deprimidas de Castilla y León y en la que, casualmente, más dependen del negocio de las setas. Lo que en un inicio fue una bendición, ser el lugar de España con la mejor floración en una campaña especialmente nefasta, se ha convertido en una tortura. "Todos los recolectores ilegales que otros años se repartían por Soria, Burgos o Valladolid se han apiñado en nuestros montes. Los han dejado llenos de latas, botellas y basura, han levantado todo el manto vegetal con lo que no saldrán más setas en años, han amenazado a la gente y han arruinado nuestras fábricas", enumera Pérez.
El contrabando de hongos lleva cinco años generando miedo e indignación en las regiones seteras, ya sea en Castilla y León, Aragón o Extremadura. Pero lo novedoso este año es que se ha confirmado como una potente industria delictiva: han acaparado casi toda la producción (y sus ingentes beneficios) gracias a un método de trabajo sencillo y bien engrasado, que se aprovecha de las lagunas legales para operar con total impunidad.
Según el relato de alcaldes, productores y vecinos, las bandas de rumanos y búlgaros son ‘contratadas’ por un puñado de comercializadores españoles al inicio de la campaña. Estos les asignan zonas concretas y les pagan 20 euros por jornada, al final de la cual deben entregar por lo menos cinco kilos de hongos. Cuando peinan una zona, son enviados a la siguiente. Así todo el otoño y parte del invierno. Eso provoca que, primero, los montes sean desbrozados a destajo y sin ningún miramiento, rompiendo el frágil ecosistema micológico; y, segundo, que esas setas nunca lleguen a las empresas procesadoras legales, lo que conlleva la destrucción de cientos de empleos vitales para la economía rural, además de poner en riesgo el futuro de esas empresas, la mayoría familiares.
La recolección y venta ilegal ha destruido este año cientos de empleos rurales y pone en riesgo el futuro de las empresas del sector.
"Las setas terminan en Mercabarna, en Mercamadrid, en Francia o Italia. Y todo el mundo cree que está comprando un alimento 100% legal, ya que llegan en cajas perfectamente colocadas con el sello de una empresa, la del mismo comercializador pirata. En la caja quizá pone que son setas de Burgos o de Valladolid, cuando en realidad son setas robadas en Zamora", explica Manuel Faúndez, fundador hoy ya jubilado de Faúndez Gourmet, una de las principales procesadoras de setas de Zamora.
La clave del problema está en los albaranes, el único papel que permite trazar el recorrido de una seta. "En cuanto los rumanos, o quien sea, entrega las setas al comercializador, este extiende un albarán ya preparado que dice que esas setas vienen de otro lugar. Aquí mismo, en Alcañices (el pueblo más grande de Aliste), tenemos a uno de estos comercializadores que mete las setas en cajas de su empresa de Aranda de Duero (Burgos). Y ahí automáticamente el producto pasa a ser legal, ya se puede vender en mercados y restaurantes", le secunda Domingo Ferrero, alcalde de Rabanales.
La ‘mafia de las setas’ va incluso un punto más allá para literalmente monopolizar el sector. No solo emplea a cientos de búlgaros y rumanos sin contrato laboral y sin permiso de recolección, sino que también acapara las setas que recogen los propios vecinos. ¿Cómo? Reventando los precios. "Como ya obtienen beneficios enormes de conseguir toneladas de setas a cambio de pagar sueldos miserables a los rumanos, y como tampoco tienen los gastos de una fábrica, pueden pagar a los vecinos por encima del precio de mercado", explica Ferrero.
Este año, por ejemplo, el níscalo se paga en las fábricas de Zamora a ocho euros el kilo. Los comercializadores piratas lo pagan a 14. "Es una pinza. Por un lado nos quitan las setas y los proveedores, y por el otro nos roban los clientes, ya sean mercados o restaurantes, porque venden las setas por debajo del precio Cuando uno ve el interior de la planta de Faúndez Gourmet, una de las mejor acondicionadas de España, sobran las palabras para explicar el problema. Hay cinco personas trabajando en una nave de tamaño industrial. Tres mujeres clasifican las setas que unos pocos recolectores han traído esa mañana y dos hombres rellenan bolsas con setas deshidratadas en una sala contigua. En circunstancias normales, explica Faúndez, habría “30 o 40 personas” al mismo tiempo. Esta empresa familiar, fundada en 1982 en el trabajando corazón de la Zamora más deprimida demográfica y económicamente, sostendría a 50 familias y facturaría un millón y medio de euros en una campaña media. Este 2016, la facturación se cerrará en un 10% de esa cifra y dará de comer a menos de 10 familias. "Y no solo es el trabajo que se genera durante el otoño. Aquí hay gente trabajando todo el año enlatando, congelando o deshidratando el producto fresco", observa el alcalde de Rabanales.
Al que vendemos el resto", explica Faúndez. Su hija Maribel, responsable hoy de la empresa, no sale de su indignación. “Ahora que terminan en Zamora se irán a Extremadura y luego a Andalucía. Yo los llamo comandos itinerantes. Quien hace la campaña de las setas son ellos, porque nosotros llevamos todo el otoño con la fábrica casi vacía".