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QUIRUELAS DE VIDRIALES: LOS TRENES Y PAVOS PERDIDOS...

LOS TRENES Y PAVOS PERDIDOS

No sé si nuestros antepasados buscarían y comerían muchas setas, Emilio, a los más miedosos se les indigestarían. Lo que creo es que todo cuanto de provecho hubiese en el campo, de una u otra forma, acabaría en la panza, aunque fuese indirectamente. Personalmente sí recuerdo haberlas comido de niño, las de cardo y también las de chopo, las únicas que al menos mi padre cogía con plena confianza. Después de la vendimia, no sólo las ovejas, también los pavos entraban en los bacillares para dar buena cuenta de las uvas olvidadas o caídas. Lo mismo les sucedería a las setas, digo yo.
En todos los pueblos de la comarca solía haber paveros y los niños eran frecuentemente los encargados de cuidar los pavos (faltaban pronto a la escuela). Son muy gregarios y bastaba un palo para guiarlos, más fácil que las ovejas y sin la ayuda del perro. Si se iba con un burro lo seguían donde quiera que éste fuese. Lo sé de muy buena tinta, como hijo y nieto de paveros. Mi abuelo no se limitó a ser uno más de ellos, sino que aparte de criarlos los compraba por toda la zona, incluso por el Valle de Valverde lo conocían, era el pavero de paveros. Todos los años hacía un par de viajes a Barcelona para venderlos cuando reunía varios cientos. Los llevaba en jaulas y se pasaba los inviernos arreglándolas, en cada una de ellas entrarían más de una docena de pavos. Hacía la estructura de la jaula con palos fuertes o listones, la altura de ésta sería justo un poco mayor que la de los pavos y luego entrelazaba alrededor tallos de agavanzo (escaramujo) para evitar que saliesen y reforzarla (se ahorraba la red metálica). Desde Quiruelas hasta Benavente llevaba los pavos a pie, como un rebaño. Las jaulas las tenía guardadas en la huerta de unos amigos a la entrada de la Villa, luego las montaba unas sobre otras en el vagón del tren. La malla de agavanzo tenía que ser tupida para que el pavo no asomase la cabeza, si lo hacía era una tentación para que los chicos gamberros se la decapitasen de un estacazo en el tortuoso e interminable viaje hasta Barcelona -le pasó varias veces-. Allí era muy típico comer pavo la Navidad. A las monedas de cinco pesetas, o sea a los duros, se las llamaba también "pavos" y es que en algún momento un pavo valdría un duro. Estoy hablando de los tiempos de la Belle Epoque (dictablanda de Primo) y de la República.
De este negocio vivía con cierta holgura, para la época y el lugar, más que de la agricultura. Mi abuela estaba enferma del riñón y se gastaba diariamente en botica –y en agua de Solares o Castrovita- cuatro o cinco pesetas, o sea más o menos un pavo, que acaso fuese más que un día de jornal. Con los ahorros le compró una huerta a Matos, pretendida por varios que carecían de dinero en metálico, y allí mandó hacer su casa de tapial. Esto fue en el año 1925, la casa tiene 83 años.
Una anécdota: como tiró la casa vieja para aprovechar las tablas, vigas, tejas, etc, se corrió por el pueblo el bulo de que tuvo que encontrar allí una olla oculta con mucho dinero. Y es que al parecer la gente escondía a veces el dinero antes que llevarlo al banco. Muchos no se fiaban de que se lo devolviesen... ¡Y qué bien hacían!, al paso que va la burra vamos a tener que volver al calcetín o al colchón –las cajas fuertes se venden como rosquillas y la lotería también-. Estos nuevos salteadores de caminos de la Serranía de Ronda y de la Sierra Morena juegan impunemente con el dinero ajeno. Y con las cartas marcadas. A estos tramposos en las partidas de póker de las películas del Oeste que nos ponía Eugenio se les llamaba ventajistas y, como a los cuatreros, se les daba "su merecido". Ahora estos tahúres se irán de rositas y como señoritos, brindando con champán a nuestra salud. Estafas piramidales vulgares. Ingeniería financiera se llamó en la época de De la Rosa y Mario Conde y sus compadritos, que se llevaban siempre la comisión, sin riesgos. Estos al menos pasaron un tiempo por la trena pese a que sigan forrados.
Ahora que Benavente se quedó sin tren vuelve a reivindicarse -y con mucha razón, como el hospital de marras- la línea Palazuelo-Astorga o ruta de la Plata. Sería vital que se reabriese esa línea, aunque fuese sólo para mercancías, daría otra dimensión a eso que llaman puerto seco o nudo de comunicaciones del noroeste de la península. Podría servir de reclamo y atraer nuevas inversiones. Hasta Renault parece que planea hacer una fábrica en Tánger y está interesada en esa vía férrea.