QUIRUELAS DE VIDRIALES: LA OLLA CON MONEDAS DE ORO (Del que c... el moro)...

LA OLLA CON MONEDAS DE ORO (Del que c... el moro)

Veo, Rabel, que tú también has oído historias... Hay varias similares –intuyo, por tu curiosidad, que ya no eres un chaval-, incluso de alguno que llegó tirar su casa y rehacerla porque estaba convencido de hallar dinero o monedas de oro y plata en la olla oculta en la pared. Sí, es cierto. Antes los abuelos vivían con los hijos, que los atendían a cambió de la casa y tierras. (Los hijos eran "el báculo de mi vejez"-decían). En nuestro pueblo, con casi minifundismo, donde las 3 familias más "ricas" no tendrían ni 30 hectáreas de tierra, a duras penas se malcomía, tenía que ser muy difícil ahorrar y después de mucho sacrificio, trabajo y privaciones. Se prestaban dinero los parientes, amigos y vecinos; se fiaban de la palabra dada, se avalaban entre sí a veces para conseguir un préstamo. Hoy los padres no se pueden fiar de los hijos; como avalistas pueden perder hasta la camisa, aparte de la casa hipotecada del hijo. (Y los hijos bien harían en no fiarse ni de su padre: lo mismo se va otra -una pelandusca que lía al viejo- y tu-ru-rú... ¡adiós mi hijuela!) Antes estaba "la iguala" con que se pagaba al panadero, barbero, herrero, médico o veterinario a veces en especie, trigo por ejemplo. Yo al llegar a la ciudad en los 70 no vi más que carteles de "aquí no se fia" o "quien presta a un amigo, pierde lo prestado o al amigo". El de una sidrería ponía: "Cliente, amigu, ¡se paga al ser servidu!".
Sin embargo los zamoranos teníamos fama de buenos pagadores, de no comprar nada si no se tenía; quizá por más "atrasados" no nos gustaba aún comprar a plazos. Una anécdota: compramos el televisor y el dueño de la tienda de electrodomésticos no nos cobraba, dijo que pasaría en dos semanas y si funcionaba bien lo haría. Pasó más de un mes y nada, hasta que por apuro fue mi padre–y yo con él- a pagarle a la tienda. Su argumente fue que sabía muy bien, que estaba convencido de que le íbamos a pagar simplemente por ser zamoranos y de pueblo, que si fuésemos de la ciudad ni se le ocurriría, que ya estaba muy escarmentado con las deudas.
Una de esas historias de los años 60: Agonizaba en nuestro pueblo una señora mayor, quería decir algo importante a las hijas y no la entendían, tenía un hilo de voz. Hasta que una ahijada suya creyó entender la palabra "teja". Los hijos removieron el tejado y en efecto, encontraron cierta cantidad de dinero bajo una teja. Las hijas se lo quitaban porque lo necesitaban, sabían además que prestaba a las vecinas, y ella entonces lo escondía. Esa misma noche se presentó una de estas vecinas, a verla y a devolverle el dinero prestado. Tenía muchos hijos, si hubiese querido se lo habría quedado y nadie se hubiese enterado de la deuda.
Saludos, Rabel, esperamos impacientes la historia esa que sabes o de cualquier otro que nos la quiera contar.