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QUIRUELAS DE VIDRIALES: ASNOS...

ASNOS

El asno merecería en Zamora un monumento, tanto o más que Viriato, que probablemente ni siquiera fuese de aquí. Me ha alegrado la noticia de que a la reina Dª Sofía le regalaran una pareja de burros zamorano-leoneses por su cumpleaños. En peligro de extinción, ya sólo nos quedan 900 ejemplares de esta raza autóctona, de las más fuertes y resistentes y grandes orejas fincadas. (Quien tenga interés lo lea en LaOpiniondezamora. es de hoy)
El burro doméstico desciende del salvaje africano (Equus asinus), domesticado más tardíamente que otros animales hacia el año 4000 a d C por los egipcios. Existe otra especie de asno, el asiático (Equus hemionus, con 4 subespecies, entre ellas el onagro), mejor adaptado al frío, más grande, veloz y de orejas menores, no domesticado más que esporádicamente por los sumerios h 2000 a d c.
Agrupados en manadas de unos 12 miembros es territorial y el macho semental -"garañón"-defiende su harén. A pesar de aquella burrica tuya de la infancia tan topina, Emilio, son en general de paso más seguro que el caballo, tropiezan menos por ser más de terreno escarpado o malos caminos y menos de sabana que aquél. Es también más longevo y más barato de mantener que un caballo. Nada exigente con la comida –come hasta cardos-, por contra sí lo es con el agua y desconfía en seguida de la sucia. Comprobado en la Almucera, donde a veces olía y olía sin decidirse a beber. Asociado en la Edad Media a los plebeyos; de los tres estados, a la nobleza (caballeros) correspondía el caballo, al clero la mula y al estado llano el burro.
Don Quijote, hidalgo, cabalgaba sobre su rocín, no le llegaba para un brioso corcel, y Sancho, villano, sobre su rucio. Mucho sufrió Sancho con la pérdida de su burro –odiaba el senderismo- y creo recordar que su amo le prometió tres pollinos además de hacerlo gobernador de la ínsula Barataria. Platero no era sólo un burrito de peluche, sino un burgués sibarita: Juan Ramón le daba hasta mandarinas e higos con miel, hecha para su boca. Luego están los burros de los cuentos –Pinocho...-, fábulas y resto de la literatura. Casi siempre ha tenido muy mala prensa, tachado de necio, innoble, miedoso, estúpido, ignorante... cuando es sólo terco. De gran memoria y testarudo pero muy cauto, con mucho instinto de conservación evita los peligros. ¿Se pondría delante de un toro en la plaza? ¿Saltaría sobre una sima con su amo si se lo ordenase o frenaría en seco diciéndole al jinete: "Salta tú solo si quieres, salao"? La valentía y nobleza del caballo, la obediencia ciega la jinete ¿no es estupidez? Y luego está la tontería aquélla, la paradoja del asno de Buridán, donde sometido a dos manjares igual de apetecibles –dos estímulos idénticos-, cebada en un pilón y avena en otro, el burro se muere de hambre por la indecisión. Incapaz de elegir entre dos bienes idénticos, alfalfa y agua por ejemplo, muere de hambre y sed. Ja, ja, ja... no me lo creo, eso le pasaría a Hamlet no a un burro. Me apuesto lo que sea.
Garañones zamoranos, padres de tan magníficas mulas. Usadas hasta hace muy poco en el ejército especialista en zonas de montaña (acemileros) y antiguamente los bomberos para llevar agua. Preferidas a los caballos, por algo sería.
Del cruce del asno con yegua salía un híbrido, el mulo (o mula) yeguato. Del cruce de caballo y burra, el mulo burreño o romo, también llamado burdégano.
Zamora, patria de garañones únicos, nos falta algo sin ellos. A ver si vuelven pronto a formar parte del paisaje de nuestro pueblo, siquiera sea como reclamo turístico: paseo en burro y traguico de vino en la bodega –con tapa de jamón y de queso- de colofón.