LA NIÑEZ EN EL PUEBLOS (II)
En el pueblo, los niños correteábamos y jugábamos por la calle mientras nuestros padres y abuelos tomaban el fresco y charlaban con los vecinos, tranquilos y sin temor de ser atropellados por algún vehículo. Calles que de noche estaban oscuras como la “boca del lobo”. Si acaso iluminadas por la espléndida luna y el cielo rabiosamente despejado y estrellado. Años después llegó la luz eléctrica y había cuatro farolas en todo el pueblo que alumbraban menos que una vela. Cada día había que encenderlas y apagarlas una por una dándole al interruptor ayudado con un palo largo. Luego a cenar y a dormir después de haber hecho “pipí” en el corral y haber apagado la vela, el candil, el farol, o el carburo. En el invierno, “enrellaos” tiritando de frío a pesar de tener calefacción central -el brasero-. Dormíamos hasta tres hermanos en la misma cama para darnos calor y eso que teníamos las famosas mantas zamoranas y colchones de auténtica lana. Algunos dormían en jergones de hoja de mazorca por que la economía no daba para más. Las calles que eran de tierra, siempre estaban llenas de polvo o barro, dependiendo de la estación del año. En época de lluvia, hasta las caballerías tenían dificultad para caminar por las calles debido al lodo, por miedo a quedarse atolladas. Antiguamente llovía mucho y hacía mucho frío. La Almucera, en el invierno parecía un glaciar helado por el que se podía caminar sin temor a que se rompiera el carámbano. Como no había dinero, se intercambiaban los productos; huevos por naranjas, heminas de trigo para pagar la renta, igualas del médico, barbero, etc. La sementera apenas daba para comer durante el año. Además había que compartirla con la pareja de vacas que trabajaban las tierras, con la burra y con los cochos que se cebaban para la matanza. Era costumbre matar uno o dos cerdos según las posibilidades de cada familia y consistía en la base alimentaria. Pero dentro de nuestra pobreza, éramos niños felices. La situación de entonces supongo que era generalizada en muchas zonas de España. Los jóvenes de hoy seguramente no darán crédito a mis comentarios, pero se podrían contar infinidad de cosas de entonces, que hoy, sonarían a “cuento chino”. Afortunadamente aquellos años quedaron atrás. €1000io
En el pueblo, los niños correteábamos y jugábamos por la calle mientras nuestros padres y abuelos tomaban el fresco y charlaban con los vecinos, tranquilos y sin temor de ser atropellados por algún vehículo. Calles que de noche estaban oscuras como la “boca del lobo”. Si acaso iluminadas por la espléndida luna y el cielo rabiosamente despejado y estrellado. Años después llegó la luz eléctrica y había cuatro farolas en todo el pueblo que alumbraban menos que una vela. Cada día había que encenderlas y apagarlas una por una dándole al interruptor ayudado con un palo largo. Luego a cenar y a dormir después de haber hecho “pipí” en el corral y haber apagado la vela, el candil, el farol, o el carburo. En el invierno, “enrellaos” tiritando de frío a pesar de tener calefacción central -el brasero-. Dormíamos hasta tres hermanos en la misma cama para darnos calor y eso que teníamos las famosas mantas zamoranas y colchones de auténtica lana. Algunos dormían en jergones de hoja de mazorca por que la economía no daba para más. Las calles que eran de tierra, siempre estaban llenas de polvo o barro, dependiendo de la estación del año. En época de lluvia, hasta las caballerías tenían dificultad para caminar por las calles debido al lodo, por miedo a quedarse atolladas. Antiguamente llovía mucho y hacía mucho frío. La Almucera, en el invierno parecía un glaciar helado por el que se podía caminar sin temor a que se rompiera el carámbano. Como no había dinero, se intercambiaban los productos; huevos por naranjas, heminas de trigo para pagar la renta, igualas del médico, barbero, etc. La sementera apenas daba para comer durante el año. Además había que compartirla con la pareja de vacas que trabajaban las tierras, con la burra y con los cochos que se cebaban para la matanza. Era costumbre matar uno o dos cerdos según las posibilidades de cada familia y consistía en la base alimentaria. Pero dentro de nuestra pobreza, éramos niños felices. La situación de entonces supongo que era generalizada en muchas zonas de España. Los jóvenes de hoy seguramente no darán crédito a mis comentarios, pero se podrían contar infinidad de cosas de entonces, que hoy, sonarían a “cuento chino”. Afortunadamente aquellos años quedaron atrás. €1000io