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LA FUENTE DE LA CUESTA DE MORALES
Virgen de la Asunción, Virgen del Campo, Virgen del Carmen y... venga a nosotros tu reino, me das envidia sana, que al fin llegó ¡Nuestra Señora del Jabalí y las Patatas!
Subiendo el viejo Camino de Morales, antes de que se asfaltase, más allá del bacillar de Asunción –ya perdido, pero que aún conserva unos arbolitos testigos- hubo una fuente. Se trataba de un simple hoyuelo al que los de la boina con su azada, muy "curiosos" ellos, quitaban de vez en cuando las malas hierbas y maleza que le salían alrededor. Caprichosa la fuentecilla, algunos años se secaba, no obstante casi siempre manaba la justa para sacarlos del apuro cuando apretaban los calores, refrescándoles la sesera, además de la cara y cogote, y calmándoles la sed. Les ahorraba una buena caminata desde las viñas al pueblo y tener que subir de nuevo la cuesta. Tuve un maestro de Morales que aconsejaba que para salir al campo en verano era cosa fundamental acostumbrarse a aguantar la sed, procurar distraerse pensando en otra cosa que el agua. Los que no han aprendido a dominarla –añadía-, cuanta más agua beben más desean. Por mucho que no le faltase razón, ¿cómo no acordarse de la barrila y botijo en estos casos? La sed es la sed, siempre imperiosa, más con el calor, sed de agua, la de vino es distinta. El vicio del porrón y de la bota. ("Voy a acercarme a la bodega a dar una vuelta" Y sólo un traguico, o el trago a secas; nunca mojar gaznate con el tragazo por si las moscas).
En los viejos tiempos los carros subían fácilmente la cuesta, iban con los talegones vacíos. Después, al regresar con ellos llenos de uvas, había que andarse con cuidado, era tan difícil refrenar a las caballerías como a la sed. Sin buenos frenos la cuesta se volvía peligrosa y muchos carros volvían por el camino de Valdevacas, llegando casi a la fuente de Valdeperal desde La Monja. Bueno, ya están maduras las uvas, ya llegó la vendimia. Que las paguen bien. ¡A lavar el lagar y a pisarlas!
Virgen de la Asunción, Virgen del Campo, Virgen del Carmen y... venga a nosotros tu reino, me das envidia sana, que al fin llegó ¡Nuestra Señora del Jabalí y las Patatas!
Subiendo el viejo Camino de Morales, antes de que se asfaltase, más allá del bacillar de Asunción –ya perdido, pero que aún conserva unos arbolitos testigos- hubo una fuente. Se trataba de un simple hoyuelo al que los de la boina con su azada, muy "curiosos" ellos, quitaban de vez en cuando las malas hierbas y maleza que le salían alrededor. Caprichosa la fuentecilla, algunos años se secaba, no obstante casi siempre manaba la justa para sacarlos del apuro cuando apretaban los calores, refrescándoles la sesera, además de la cara y cogote, y calmándoles la sed. Les ahorraba una buena caminata desde las viñas al pueblo y tener que subir de nuevo la cuesta. Tuve un maestro de Morales que aconsejaba que para salir al campo en verano era cosa fundamental acostumbrarse a aguantar la sed, procurar distraerse pensando en otra cosa que el agua. Los que no han aprendido a dominarla –añadía-, cuanta más agua beben más desean. Por mucho que no le faltase razón, ¿cómo no acordarse de la barrila y botijo en estos casos? La sed es la sed, siempre imperiosa, más con el calor, sed de agua, la de vino es distinta. El vicio del porrón y de la bota. ("Voy a acercarme a la bodega a dar una vuelta" Y sólo un traguico, o el trago a secas; nunca mojar gaznate con el tragazo por si las moscas).
En los viejos tiempos los carros subían fácilmente la cuesta, iban con los talegones vacíos. Después, al regresar con ellos llenos de uvas, había que andarse con cuidado, era tan difícil refrenar a las caballerías como a la sed. Sin buenos frenos la cuesta se volvía peligrosa y muchos carros volvían por el camino de Valdevacas, llegando casi a la fuente de Valdeperal desde La Monja. Bueno, ya están maduras las uvas, ya llegó la vendimia. Que las paguen bien. ¡A lavar el lagar y a pisarlas!