MI PUEBLO
Por polvoriento camino
he llegado a un altozano
desde donde se divisa
un paisaje ocre y llano.
Se ve mi pequeño pueblo
a la iglesia acurrucado,
plácidamente dormido,
rodeado de sembrados.
Perdidos en la llanura,
solitarios, vigilantes,
permanecen viejos chopos
de duro y triste semblante.
Relucen en lontananza
los espejos plateados,
donde pululan alegres
una multitud de patos.
Carabelas en los campos
las pesadas avutardas,
que van dejando su estela
en las crecidas alfalfas.
Buscando sabrosa presa,
vuela ingrávido el azor
y en sus garras poderosas
expira un pobre retón.
Llegada la primavera
todo cambia de color
y en la inmensa alfombra verde
pone sus nidos la flor.
la brillante luz del sol
madura los cereales
y las doradas espigas
ahuyenta negros pesares.
FÉLIX DE REVELLERE
Por polvoriento camino
he llegado a un altozano
desde donde se divisa
un paisaje ocre y llano.
Se ve mi pequeño pueblo
a la iglesia acurrucado,
plácidamente dormido,
rodeado de sembrados.
Perdidos en la llanura,
solitarios, vigilantes,
permanecen viejos chopos
de duro y triste semblante.
Relucen en lontananza
los espejos plateados,
donde pululan alegres
una multitud de patos.
Carabelas en los campos
las pesadas avutardas,
que van dejando su estela
en las crecidas alfalfas.
Buscando sabrosa presa,
vuela ingrávido el azor
y en sus garras poderosas
expira un pobre retón.
Llegada la primavera
todo cambia de color
y en la inmensa alfombra verde
pone sus nidos la flor.
la brillante luz del sol
madura los cereales
y las doradas espigas
ahuyenta negros pesares.
FÉLIX DE REVELLERE