Antes de plasmar en el foro de este pueblo, una poesía que tiene relación con el mismo, cuyo título y autor hago constar en la misma, sacada del libro “GRITOS DE AMOR” que él escribió; me permito hacer constar unos datos sobre la fecha y circunstancias de la tragedia que ocurrió el día 8 de Enero de 1.959.
Según unos datos periodísticos de un diario de la época, la desgracia se inició hacia las 0,30 horas del citado día 8 de Enero.
Debido a las intensas lluvias acaecidas en los días anteriores, se desbordó la presa de Vega de Tera, de la empresa Moncabril, inundando el valle colindante y la población zamorana de Ribadelago, arrasando prácticamente todas las viviendas del pueblo así como sus enseres y animales. Las aguas en algunos puntos alcanzaron los cinco metros de altura.
Dada la hora en que ocurrió la catástrofe, podría haber causado muchas mas victimas, aún así, hubo 144, de los 400 vecinos que había en el pueblo; desapareciendo más de 1.500 cabezas de ganado.
Afortunadamente uno de los celadores de la empresa pudo subir al campanario y con el repique de campanas avisó a la población, y todos los que pudieron se pusieron a salvo, evitando una desgracia aún mayor.
Además de las pérdidas humanas, la economía local sufrió un durísimo golpe.
Y ya sin mas, ahí va la poesía.
LOS SUSPIROS DEL LAGO
Campanitas buenas ¿Dónde os encontráis,
que al valle no alegráis con vuestros tones?
¿Por qué estáis mudas y otra vez no tocáis
alegres melodías de ilusiones?
¿Por qué en el mismo día de San Juan
otra vez no alegráis la romería,
que con júbilo vuestro don, din dan,
Valdeabajo escuchaba en ese día?
Muy de mañana se veían ir
por todos los caminos y senderos,
atajos que pudieran conducir
personal de los pueblos forasteros.
A todos Valdeabajo recibía
con noble generosidad humana,
compartiendo con ellos su alegría
su santa fe de tradición cristiana.
Las buenas costumbres se han conservado,
en Valdeabajo cuando se ha vivido
aquella fe cristiana que han legado
los antepasados cuando se han ido.
Pero hoy en sus hijos ya se ha perdido
las sanas costumbres en que vivía,
en cambio otras malas se han adquirido
en tascas y bailes de romería,
Y aquella hermosa y santa caridad
que en el pueblo se había disfrutado,
por odios y rencores sin piedad
a la santa caridad han truncado.
El día de San Juan se celebraba
en Valdeabajo una gran romería
el pueblo un baile ameno organizaba,
gozoso el personal se divertía.
Mas, las horas pasan, se pasa el día,
pasa la tarde, el baile termina,
la gente abandona la romería
de retorno a sus casas se encamina.
Y el airecillo que tanto agradaba
aquella tarde del día de San Juan,
a medida que la noche avanzaba
se convertía en furioso huracán.
Truena, llueve, nieva, la noche es fría
haciendo el trueno una gran hendidura,
el claro de la luna se veía
a un peregrino, que con gran bravura,
aquella noche fría peleaba,
cada vez que en el suelo se caía,
su silueta en el suelo se marcaba
y en el cielo una estrella aparecía.
Con alma por el frio medio yerta,
al pueblo el peregrino al fin llegó,
y con la mano helada en una puerta,
aldabón de la puerta repicó.
Váyase en mal hora, el importuno,
desde dentro una voz le contestó,
a estas horas no abrimos a ninguno,
váyase aquella voz repitió.
A otra puerta otra vez vuelve a llamar,
temblando de hambre y frio; él le dijo:
Por amor de Dios, dejadme entrar,
por amor de Dios, dadme cobijo.
En todas cuantas puertas él llamaba
desde dentro a los ruegos que él hacía,
con la misma respuesta se encontraba:
váyase el importuno, siempre oía.
Maldito el pueblo que no tiene amor
y a un peregrino trata sin piedad;
te castigará esta noche el Señor
porque en ti no encontró ya caridad.
Dicho esto: presto desapareció
del pueblo que en sin caridad vivían
y en hermoso lago lo convirtió
la noche de San Juan, cuando dormían,
y todos los años allí debajo
del lago Sanabria del Castañar
se oye un suspiro: Será Valdeabajo
que en esa noche se siente llorar.
Serán, acaso serán
las campanitas doradas
que tocan el don, din, dan,
en la noche de San Juan
bajo el lago sepultadas.
Proposición hoy le hago
al que un día pueda ir
al pueblo de Ribadelago,
que escuche y podrá oír
los suspiros de aquel lago.
Autor: Juan Antonio Villar García
Según unos datos periodísticos de un diario de la época, la desgracia se inició hacia las 0,30 horas del citado día 8 de Enero.
Debido a las intensas lluvias acaecidas en los días anteriores, se desbordó la presa de Vega de Tera, de la empresa Moncabril, inundando el valle colindante y la población zamorana de Ribadelago, arrasando prácticamente todas las viviendas del pueblo así como sus enseres y animales. Las aguas en algunos puntos alcanzaron los cinco metros de altura.
Dada la hora en que ocurrió la catástrofe, podría haber causado muchas mas victimas, aún así, hubo 144, de los 400 vecinos que había en el pueblo; desapareciendo más de 1.500 cabezas de ganado.
Afortunadamente uno de los celadores de la empresa pudo subir al campanario y con el repique de campanas avisó a la población, y todos los que pudieron se pusieron a salvo, evitando una desgracia aún mayor.
Además de las pérdidas humanas, la economía local sufrió un durísimo golpe.
Y ya sin mas, ahí va la poesía.
LOS SUSPIROS DEL LAGO
Campanitas buenas ¿Dónde os encontráis,
que al valle no alegráis con vuestros tones?
¿Por qué estáis mudas y otra vez no tocáis
alegres melodías de ilusiones?
¿Por qué en el mismo día de San Juan
otra vez no alegráis la romería,
que con júbilo vuestro don, din dan,
Valdeabajo escuchaba en ese día?
Muy de mañana se veían ir
por todos los caminos y senderos,
atajos que pudieran conducir
personal de los pueblos forasteros.
A todos Valdeabajo recibía
con noble generosidad humana,
compartiendo con ellos su alegría
su santa fe de tradición cristiana.
Las buenas costumbres se han conservado,
en Valdeabajo cuando se ha vivido
aquella fe cristiana que han legado
los antepasados cuando se han ido.
Pero hoy en sus hijos ya se ha perdido
las sanas costumbres en que vivía,
en cambio otras malas se han adquirido
en tascas y bailes de romería,
Y aquella hermosa y santa caridad
que en el pueblo se había disfrutado,
por odios y rencores sin piedad
a la santa caridad han truncado.
El día de San Juan se celebraba
en Valdeabajo una gran romería
el pueblo un baile ameno organizaba,
gozoso el personal se divertía.
Mas, las horas pasan, se pasa el día,
pasa la tarde, el baile termina,
la gente abandona la romería
de retorno a sus casas se encamina.
Y el airecillo que tanto agradaba
aquella tarde del día de San Juan,
a medida que la noche avanzaba
se convertía en furioso huracán.
Truena, llueve, nieva, la noche es fría
haciendo el trueno una gran hendidura,
el claro de la luna se veía
a un peregrino, que con gran bravura,
aquella noche fría peleaba,
cada vez que en el suelo se caía,
su silueta en el suelo se marcaba
y en el cielo una estrella aparecía.
Con alma por el frio medio yerta,
al pueblo el peregrino al fin llegó,
y con la mano helada en una puerta,
aldabón de la puerta repicó.
Váyase en mal hora, el importuno,
desde dentro una voz le contestó,
a estas horas no abrimos a ninguno,
váyase aquella voz repitió.
A otra puerta otra vez vuelve a llamar,
temblando de hambre y frio; él le dijo:
Por amor de Dios, dejadme entrar,
por amor de Dios, dadme cobijo.
En todas cuantas puertas él llamaba
desde dentro a los ruegos que él hacía,
con la misma respuesta se encontraba:
váyase el importuno, siempre oía.
Maldito el pueblo que no tiene amor
y a un peregrino trata sin piedad;
te castigará esta noche el Señor
porque en ti no encontró ya caridad.
Dicho esto: presto desapareció
del pueblo que en sin caridad vivían
y en hermoso lago lo convirtió
la noche de San Juan, cuando dormían,
y todos los años allí debajo
del lago Sanabria del Castañar
se oye un suspiro: Será Valdeabajo
que en esa noche se siente llorar.
Serán, acaso serán
las campanitas doradas
que tocan el don, din, dan,
en la noche de San Juan
bajo el lago sepultadas.
Proposición hoy le hago
al que un día pueda ir
al pueblo de Ribadelago,
que escuche y podrá oír
los suspiros de aquel lago.
Autor: Juan Antonio Villar García