Parece mentira lo que hemos avanzado en el pueblo. Y qué recuerdos! Cuando hablaís de la tienda de la Sra. Ana y José María, claro que nos acordamos, era el sitio de llamar a la familia. Recuerdo siempre a mís abuelos, que si pasaba cualquier cosa, ya estaban los pobres llamando. Pero lo más icreible, era lo bonito que era ese teléfono, una verdadera joya. Y lo que dice mí prima, las conversaciones eran oìdas por todos los que estabamos allí, es decir, no había secretos.