Un andarin con espolones
Araceli Saavedra
A punto de cumplir los 81 años, en el mes de agosto, José Ortega se ha metido entre pecho y espalda siete etapas del Camino de Santiago cruzando prácticamente toda la comunidad gallega desde el límite con su comarca adoptiva, Sanabria. Un camino de peregrinaje que emprendió con las alforjas, o mejor dicho «las mochilas», bien cargadas de «muy buena compañía y todo muy bien organizado». Esa grata compañía de viaje a pie no es otra que la dos amigos del pueblo de Sampil, Viti Plaza y Esther Peñín, donde José Ortega vive prácticamente desde que se jubiló y que es el pueblo de su mujer Josefa Arias. Este matrimonio es muy apreciado y querido en los pueblos de la contorna. La experiencia peregrina para este veterano de Altos Hornos, nacido en Ponferrada, «ha sido muy agradable». José Ortega iba confiado de conseguir la Compostelana con sus compañeros de aventura y reconoce que a su edad «hay que andar con precauciones». Este octogenario bien puede quitarse de encima un par de lustros ya que su estado físico y mental es sobresaliente.
Su preferencia era arrancar las etapas desde el final del camino Mozárabe Sanabrés, y así salieron un buen día de junio desde Verín.
Ortega afirma que «solo tuve que andar y llevar la mochila» porque sus compañeros se encargaron de cada etapa del camino, de tener el alojamiento solucionado. Más de 25 kilómetros ha sido el recorrido de media diaria en cada etapa «unas veces eran 20 y otras 30». El primer día en ruta fue suave se aventuraron los primeros 20 kilómetros. José Ortega tenía ganas de hacer el camino a pie porque viajar en coche hasta Santiago de Compostela ya lo había cumplido en tres ocasiones, con su esposa y con amigos y en otra ocasión con una excursión del Club de Jubilados de Robleda, al que pertenece la pedanía de Sampil. La ciudad santiaguesa «es un sitio muy bonito y no me canso de verlo».
Entre las etapas más gratas para este peregrino figuran varias, como la de Orense a Cea. En Cea los dueños del hostal donde estaban alojados «nos llevaron ellos hasta el monasterio de Oseira para que los conociéramos».
La etapa más dura fue la de Laza a Xunqueira de Ambía «además de ser un poco más dura nos llovió a última hora». En ningún momento pensó en dar una paso atrás «me encontré bien y algún día sí me encontré más cansado, pero al otro día estaba nuevo». La anécdota estuvo en su barba, ya que en esa semana no se afeitó »y soy un hombre de afeitado diario y tenía ganas de quitármela» su familia al verlo con barba de ochos días sí se preocupó, pero una vez rasurado Pepe Ortega recuperó su envidiable imagen, porque la salud le acompaña. Se reconoce como una persona muy católica, y el camino reconforta a sus años.
Cada trecho del recorrido santiaguero comenzaba para este reducido grupo a las siete de la mañana, después de desayunar. Una vez completados los kilómetros previstos para el día arribaban a la pensión donde se duchaban, descansaban, «cenábamos y nos acostábamos muy pronto».
Los caminos gallegos estaban en muy buenas condiciones y no puede por menos que compararlos »ando mucho por los caminos que hay aquí de alta montaña, en particular por Peña Trevinca». Uno de los recorridos más asiduos, como paseo casi diario, es desde Sampil hasta el Alto de San Juan, cruzando por el pueblo de Cervantes. A diario no hace marchas muy largas pero sí le gusta andar. Es socio de un club de marcha El Arcediano, grupo con el que ha realizado diversas excursiones. Una de las marchas que no se le olvida a Ortega es precisamente en Peña Trevinca, con un recorrido de 33 kilómetros por alta montaña. Esa marcha discurrió entre la Laguna de Peces a Peña Trevinca, en Zamora, para continuar hasta Peña Surbia (2112 metros de altitud), en la cabrera leonesa, y subir por el camino del río Pedro que nace en la laguna de Fuello Grande que desemboca en Vega de Conde, cerca de Tres Burros en el límite de las provincias. En Vega de Conde antes había un chozo para los pastores «ahora han hecho un refugio que está muy bien». La ruta a Peña Trevinca la coronó con tres amigos, ahora no descarta volver a hacer el ascenso »con unos amigos que tengo en El Puente de Sanabria». Los paseos más cortos son hasta San Pelayo.
Entre las personas que le llamaron la atención Ortega recuerda un hombre que era del norte de Europa con un problema de obesidad pero con unas piernas muy delgaditas »me daba la impresión de que ese señor no podía recorrer todo el camino». Viti Plaza explica que el Camino de Santiago hace compañeros esporádicos »encuentras personas que tienen muchos problemas pero que tienen esa fe o quieren cumplir una promesa». En el caso de su vecino Pepe Ortega es digno de reconocimiento que a su edad se pusiera en marcha. Aunque Don José cuenta con la voluntad de seguir activo mientras la cabeza y las piernas se lo permitan a un paso de sus 81 años bien llevados.
Araceli Saavedra
A punto de cumplir los 81 años, en el mes de agosto, José Ortega se ha metido entre pecho y espalda siete etapas del Camino de Santiago cruzando prácticamente toda la comunidad gallega desde el límite con su comarca adoptiva, Sanabria. Un camino de peregrinaje que emprendió con las alforjas, o mejor dicho «las mochilas», bien cargadas de «muy buena compañía y todo muy bien organizado». Esa grata compañía de viaje a pie no es otra que la dos amigos del pueblo de Sampil, Viti Plaza y Esther Peñín, donde José Ortega vive prácticamente desde que se jubiló y que es el pueblo de su mujer Josefa Arias. Este matrimonio es muy apreciado y querido en los pueblos de la contorna. La experiencia peregrina para este veterano de Altos Hornos, nacido en Ponferrada, «ha sido muy agradable». José Ortega iba confiado de conseguir la Compostelana con sus compañeros de aventura y reconoce que a su edad «hay que andar con precauciones». Este octogenario bien puede quitarse de encima un par de lustros ya que su estado físico y mental es sobresaliente.
Su preferencia era arrancar las etapas desde el final del camino Mozárabe Sanabrés, y así salieron un buen día de junio desde Verín.
Ortega afirma que «solo tuve que andar y llevar la mochila» porque sus compañeros se encargaron de cada etapa del camino, de tener el alojamiento solucionado. Más de 25 kilómetros ha sido el recorrido de media diaria en cada etapa «unas veces eran 20 y otras 30». El primer día en ruta fue suave se aventuraron los primeros 20 kilómetros. José Ortega tenía ganas de hacer el camino a pie porque viajar en coche hasta Santiago de Compostela ya lo había cumplido en tres ocasiones, con su esposa y con amigos y en otra ocasión con una excursión del Club de Jubilados de Robleda, al que pertenece la pedanía de Sampil. La ciudad santiaguesa «es un sitio muy bonito y no me canso de verlo».
Entre las etapas más gratas para este peregrino figuran varias, como la de Orense a Cea. En Cea los dueños del hostal donde estaban alojados «nos llevaron ellos hasta el monasterio de Oseira para que los conociéramos».
La etapa más dura fue la de Laza a Xunqueira de Ambía «además de ser un poco más dura nos llovió a última hora». En ningún momento pensó en dar una paso atrás «me encontré bien y algún día sí me encontré más cansado, pero al otro día estaba nuevo». La anécdota estuvo en su barba, ya que en esa semana no se afeitó »y soy un hombre de afeitado diario y tenía ganas de quitármela» su familia al verlo con barba de ochos días sí se preocupó, pero una vez rasurado Pepe Ortega recuperó su envidiable imagen, porque la salud le acompaña. Se reconoce como una persona muy católica, y el camino reconforta a sus años.
Cada trecho del recorrido santiaguero comenzaba para este reducido grupo a las siete de la mañana, después de desayunar. Una vez completados los kilómetros previstos para el día arribaban a la pensión donde se duchaban, descansaban, «cenábamos y nos acostábamos muy pronto».
Los caminos gallegos estaban en muy buenas condiciones y no puede por menos que compararlos »ando mucho por los caminos que hay aquí de alta montaña, en particular por Peña Trevinca». Uno de los recorridos más asiduos, como paseo casi diario, es desde Sampil hasta el Alto de San Juan, cruzando por el pueblo de Cervantes. A diario no hace marchas muy largas pero sí le gusta andar. Es socio de un club de marcha El Arcediano, grupo con el que ha realizado diversas excursiones. Una de las marchas que no se le olvida a Ortega es precisamente en Peña Trevinca, con un recorrido de 33 kilómetros por alta montaña. Esa marcha discurrió entre la Laguna de Peces a Peña Trevinca, en Zamora, para continuar hasta Peña Surbia (2112 metros de altitud), en la cabrera leonesa, y subir por el camino del río Pedro que nace en la laguna de Fuello Grande que desemboca en Vega de Conde, cerca de Tres Burros en el límite de las provincias. En Vega de Conde antes había un chozo para los pastores «ahora han hecho un refugio que está muy bien». La ruta a Peña Trevinca la coronó con tres amigos, ahora no descarta volver a hacer el ascenso »con unos amigos que tengo en El Puente de Sanabria». Los paseos más cortos son hasta San Pelayo.
Entre las personas que le llamaron la atención Ortega recuerda un hombre que era del norte de Europa con un problema de obesidad pero con unas piernas muy delgaditas »me daba la impresión de que ese señor no podía recorrer todo el camino». Viti Plaza explica que el Camino de Santiago hace compañeros esporádicos »encuentras personas que tienen muchos problemas pero que tienen esa fe o quieren cumplir una promesa». En el caso de su vecino Pepe Ortega es digno de reconocimiento que a su edad se pusiera en marcha. Aunque Don José cuenta con la voluntad de seguir activo mientras la cabeza y las piernas se lo permitan a un paso de sus 81 años bien llevados.