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SAN MARTIN DE VALDERADUEY: 105 años sin tomar medicinas...

105 años sin tomar medicinas
Felícitas Gago, vecina de San Martín de Valderaduey, celebra su cumpleaños
19:51

Felícitas Gago en la sala de su casa en San Martín de Valderaduey. Foto José Luis Fernández
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BELÉN ALONSO Felícitas Gago Miranda se ha convertido en una de las personas más longevas de la provincia tras cumplir el pasado día 18 la friolera de 105 años.

Llega a la salita de la casa de su hija con lentitud y tras sentarse cómodamente en sofá explica que «oigo mal, pero empiece a preguntar que le respondo». Así, relata que vio luz en la localidad de San Martín de Valderaduey el 18 de mayo de 1907. Hija de Valeriano y Aniceta fue la menor de cinco hermanos Cándido, Bernardo, Julia y Lope.

Felícitas comenta que «mi padre era labrador y mi infancia fue muy normal jugando en la calle con las demás niñas», aunque vivió en un ambiente un tanto liberal y adelantado a su época. De su juventud recuerda su afición por el baile, «me divertía siempre que podía, siempre me ha gustado mucho, lo que ahora como ve no puedo». Es más, según explica su hija, Toñita Vidal, que asume, a veces, la función de memoria histórica, «a su hermana y a ella eran a las primeras que invitaban siempre a bailar».

Se casó en el pueblo a los 28 años con Antonio, «pero se murió casi enseguida después de estar más de seis años haciéndose pruebas y falleció con 54 años. Después de esto ya todo me cambió», reconoce con pesar. Durante los años de matrimonio se dedicó en cuerpo y alma al cuidado de la casa y de sus hijos, «nunca salí a trabajar al campo, bastante había que hacer dentro». También destaca con énfasis que «siempre me he llevado muy bien con toda la familia y nunca hemos tenido problemas».
De esa unión nacieron Antonia (Toñita), con quien convive desde que quedó viuda y José Luis, que reside en Aspariegos. Estos le colmaron, además, con la presencia de siete nietos y nueve biznietos, de los cuales recuerda todas sus fechas de cumpleaños y santos, «hasta de las de los maridos de las nietas». Felícitas vivió unos años fuera de la localidad terracampina y tras fallecer su esposo, desde finales de la década de los sesenta hasta el comienzo de este siglo residió en Madrid junto a su hija. Tras unos problemas de salud de su yerno la familia decidió volver de nuevo a San Martín de Valderaduey, «compramos esta casa y aquí nos instalamos. Seguimos teniendo el piso de Madrid -prosigue Toñita- y vamos cuando tenemos revisiones con mi marido pero el resto del tiempo estamos aquí». El día a día de la centenaria transcurre con total monotonía «porque casi ya no puedo hacer nada», no obstante es una experta en hacer solitarios con cartas, crucigramas y hasta hace cerca de un año seguía haciendo trabajos de ganchillo. Es más a pesar de la torpeza de sus piernas, que «ya no responden como quiero, me visto y voy al baño sola. Salgo poco al sol en este tiempo y antes me gustaba andar, pero como digo, ahora ya no puedo». Duerme bastante ya que suele levantarse sobre las diez y media de la mañana y tras comer «me acuesto de dos a cinco de la tarde» y luego por la noche sobre las diez vuelve a su habitación.

En el tema culinario es donde más problemas haya Felícitas ya que no le gustan muchas cosas entre ellas: las verduras, las legumbres y los embutidos, «como bien, pero de lo que me gusta y la cena y el desayuno siempre es leche», asegura.

Actualmente la centenaria ha perdido casi en su totalidad la audición, tiempo atrás llevó un audífono pero la degradación del oído hizo que el aparato dejara se servir para su fin hace unos cinco años. Entonces «sí se entretenía viendo la tele, pero ahora como ya no la oye asegura que para qué», comenta su hija. Salvo esto Felícitas goza de una salud envidiable ya que «no tomo ningún medicamento, creo que por eso he vivido tantos años» y un médico que estuvo en el pueblo cuatro años «no me llegó a conocer».

Felícitas no ha podido en esta ocasión reunir a toda su familia para su 105 cumpleaños «por problemas de trabajo y de días», pero las visitas de sobrinas y las llamadas de nietos y biznietos se han prolongado durante días.