Cada año, más de 40 mil toros son masacrados en las plazas de España. 1 La mayoría de los espectadores extranjeros no desean volver jamás a presenciar una corrida de toros. Salen completamente descompuestos por haber sido testigos de este espectáculo sangriento. Sin embargo, es el dinero del turismo el que mantiene activa esta industria cruel. Las agencias de viajes y los promotores de la tauromaquia retratan las corridas como una celebración colorida y justa. La verdad es que los toros no tienen jamás la oportunidad de defenderse, y mucho menos de sobrevivir.
Los toros son debilitados intencionalmente mediante varios métodos, como golpes con bolsas de arena en las costillas y drogas. 2 Un estudio conducido por la Universidad de Salamanca descubrió que el 20% de los toros usados en las corridas estaban drogados antes de poner un pie en la plaza. Tomaron una muestra de 200 toros, y uno de cada 5 mostró indicios de drogas antiinflamatorias, que tienen el objetivo de ocultar los síntomas de las lesiones y mutilaciones, para que el toro no se muestre debilitado. 3
Otra práctica común es el “afeitado” de los cuernos, a los que se le quitan varios centímetros. 4 Los cuernos son fundamentales para que el toro pueda moverse coordinadamente y tenga noción del espacio, al igual que sucede con los bigotes de los gatos. El “afeitado” es ilegal, así que los cuernos son inspeccionados por un veterinario antes de entrar al ruedo. Sin embargo, en 1997, la Confederación de Toreros Profesionales – que incluye a más de 230 matadores españoles – intentaron que se prohibieran ese tipo de inspecciones veterinarias. 5
En una corrida promedio, el toro entra a la arena y es penetrado por lanzas que le propinan los llamados “picadores” desde sus monturas. Las heridas son dirigidas detrás de la nuca, para obligar al toro a bajar la cabeza y que el trabajo del torero sea más sencillo. Mientras el toro pierde gran cantidad de sangre, llega el turno de los “banderilleros” que enganchan unos pequeños arpones en el lomo del toro, para que las heridas no puedan cerrar y que la pérdida de sangre sea más copiosa. 6 Y el espectáculo no termina ahí, ni tampoco el sufrimiento del animal, porque llega el turno del “matador”, que se encarga de jugar con el atormentado toro y luego matarlo con una espada que le atraviesa los pulmones, para que colapse por asfixia. Una vez que el toro cae, sigue vivo. 7 Un nuevo personaje entra en escena y “descabella” al moribundo animal con un puñal en la columna vertebral. Esto paraliza por completo al toro, pero no lo mata. El cuerpo es arrastrado por unos caballos y es llevado al matadero que cada plaza de toros posee, donde es faenado. 8
La concurrencia aplaude al “matador”, y se le entregan las orejas y cola del animal, que alza como trofeo. Unos minutos más tarde, otro toro entra en la arena y todo el sádico guión se repite.
Se trata de un evento de cobardía y no una lucha justa, donde sólo el torero ha elegido de estar ahí. Desde el momento en que el toro pisa la arena, está condenado a muerte. Debilitado por drogas, golpes, laxantes, con sus cuernos afeitados, sus ojos cubiertos de vaselina, el toro está condenado.
Los toros son debilitados intencionalmente mediante varios métodos, como golpes con bolsas de arena en las costillas y drogas. 2 Un estudio conducido por la Universidad de Salamanca descubrió que el 20% de los toros usados en las corridas estaban drogados antes de poner un pie en la plaza. Tomaron una muestra de 200 toros, y uno de cada 5 mostró indicios de drogas antiinflamatorias, que tienen el objetivo de ocultar los síntomas de las lesiones y mutilaciones, para que el toro no se muestre debilitado. 3
Otra práctica común es el “afeitado” de los cuernos, a los que se le quitan varios centímetros. 4 Los cuernos son fundamentales para que el toro pueda moverse coordinadamente y tenga noción del espacio, al igual que sucede con los bigotes de los gatos. El “afeitado” es ilegal, así que los cuernos son inspeccionados por un veterinario antes de entrar al ruedo. Sin embargo, en 1997, la Confederación de Toreros Profesionales – que incluye a más de 230 matadores españoles – intentaron que se prohibieran ese tipo de inspecciones veterinarias. 5
En una corrida promedio, el toro entra a la arena y es penetrado por lanzas que le propinan los llamados “picadores” desde sus monturas. Las heridas son dirigidas detrás de la nuca, para obligar al toro a bajar la cabeza y que el trabajo del torero sea más sencillo. Mientras el toro pierde gran cantidad de sangre, llega el turno de los “banderilleros” que enganchan unos pequeños arpones en el lomo del toro, para que las heridas no puedan cerrar y que la pérdida de sangre sea más copiosa. 6 Y el espectáculo no termina ahí, ni tampoco el sufrimiento del animal, porque llega el turno del “matador”, que se encarga de jugar con el atormentado toro y luego matarlo con una espada que le atraviesa los pulmones, para que colapse por asfixia. Una vez que el toro cae, sigue vivo. 7 Un nuevo personaje entra en escena y “descabella” al moribundo animal con un puñal en la columna vertebral. Esto paraliza por completo al toro, pero no lo mata. El cuerpo es arrastrado por unos caballos y es llevado al matadero que cada plaza de toros posee, donde es faenado. 8
La concurrencia aplaude al “matador”, y se le entregan las orejas y cola del animal, que alza como trofeo. Unos minutos más tarde, otro toro entra en la arena y todo el sádico guión se repite.
Se trata de un evento de cobardía y no una lucha justa, donde sólo el torero ha elegido de estar ahí. Desde el momento en que el toro pisa la arena, está condenado a muerte. Debilitado por drogas, golpes, laxantes, con sus cuernos afeitados, sus ojos cubiertos de vaselina, el toro está condenado.