Al principio julian no dio gran importancia a la advertencia, seguro como estaba de la virtud de Basilisa. Pero poco a poco el demonio de los celos fue haciendo su oficio, y se enroscó como una serpiente en su corazón. Le obsesionó la idea de la supuesta traición. Le parecía que efectivamente las miradas de esposa se clavaban con insistencia en el joven, y que el joven frecuentaba el castillo con demasiado interes.
Su carácter se volvió hosco y en sus labios se comenzaron a oír mas quejas que dulzuras. La pobre Basilisa no acertaba a explicarse el cambio y no se atrevia a indagar o a preguntar la causa. Seguía unida a Dios y poniendo en sus manos su suerte.
Una tarde, en una caceria, embriagada basilisa por los deleites de la caza, salio en persecución de un jabalí que se interno en el bosque. Al poco tiempo se encontro sola sin pensar en otra cosa que en la fiera que se le escapaba. De pronto el caballo dio un bote asustado y la tiro al suelo sin sentido. Cuando volvió en si vio que Fernando el del castillo de arriba, la cogía respetuosamente y la ponía en la grupa de su propio caballo.
Julian que iba en su busca preocupado con su ausencia, los vio venir. El corazón le dio un golpe de pecho. Y sin decir palabra volvio grupas y al galope se dirigio al castillo.
Decid a la señora, cuando vuelva, que me voy tres dias a la Corte. Entretanto y mientras vuelvo vigila el castillo. Y que no entre nadie en él ¿lo entiendes? ¡Nadie!
Su carácter se volvió hosco y en sus labios se comenzaron a oír mas quejas que dulzuras. La pobre Basilisa no acertaba a explicarse el cambio y no se atrevia a indagar o a preguntar la causa. Seguía unida a Dios y poniendo en sus manos su suerte.
Una tarde, en una caceria, embriagada basilisa por los deleites de la caza, salio en persecución de un jabalí que se interno en el bosque. Al poco tiempo se encontro sola sin pensar en otra cosa que en la fiera que se le escapaba. De pronto el caballo dio un bote asustado y la tiro al suelo sin sentido. Cuando volvió en si vio que Fernando el del castillo de arriba, la cogía respetuosamente y la ponía en la grupa de su propio caballo.
Julian que iba en su busca preocupado con su ausencia, los vio venir. El corazón le dio un golpe de pecho. Y sin decir palabra volvio grupas y al galope se dirigio al castillo.
Decid a la señora, cuando vuelva, que me voy tres dias a la Corte. Entretanto y mientras vuelvo vigila el castillo. Y que no entre nadie en él ¿lo entiendes? ¡Nadie!