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Una biografía contra el olvido
Marina Cisneros Menéndez de Llano publica a sus casi 90 años un libro con la historia y anécdotas de su extensa familia para que «la memoria no se pierda»
03:26

Marina Cisneros, con un ejemplar de «Memorias, recuerdos y vivencias» en su piso gijonés. ángel gonzález
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Luján PALACIOS

Ha tenido una vida larga y azarosa, llena de cambios de domicilio, momentos alegres y otros más tristes, pleno de «luces y sombras». Y con el paso del tiempo, los recuerdos se han ido difuminando. Por eso hora, con casi 90 años (los cumple el próximo mes) Florencia Marina Cisneros Menéndez de Llano se ha propuesto legar a sus descendientes un tesoro en forma de libro: la historia de toda la familia tejida con sus recuerdos, hilvanada con mucho sentido del humor y aliñada con una estupenda memoria y una curiosidad natural que la ha llevado a rescatar muchos datos de sus bisabuelos, abuelos y tíos. Y contando, además, toda la historia de su vida, de su nacimiento, niñez y madurez, con la Guerra Civil como telón de fondo determinante. «La edad antigua, la media y la contemporánea», como ella misma explica con un guiño.

Marina Cisneros nunca había escrito un libro, «ni había tenido esa curiosidad», pero al hacerse los nietos mayores y sustituir los veraneos en la casa de la abuela por destinos más exóticos «me temo que no recuerden ni el nombre de los bisabuelos». Por eso, hace dos años se sentó ante una hoja en blanco para rebobinar y plasmar por escrito una maraña de datos que «de momento, les está gustando, creo que les parece bien», comenta Marina con una sonrisa.

La historia arranca con el recuerdo de los bisabuelos paternos, «comerciantes ricos con casas, fincas y viñedos», que exportaban productos autóctonos a Francia desde el pueblo soriano de Ágreda. Fue esa rama de la familia larga y bien posicionada, con una figura, la del tío Pepe Tudela, que llegó a sobresalir en el estudio de la Historia. Llegó a ser gran amigo de Ortega y Gasset y viajó a Estados Unidos para conocer de cerca a las tribus de indios del Oeste americano.

La familia materna procedía de Tineo, así como la familia del que llegó a ser su marido, José Cerredo López, con el que contrajo matrimonio en el año 1940. Un casamiento que «mi padre no veía con muy buenos ojos, porque por aquellos años mi marido era empleado de banca y ganaba poco dinero».

Antes de eso, Marina Cisneros vivió años de idas y venidas, marcados por las penurias de una España en Guerra y con la dificultad añadida de que «a mi padre le suspendieron de empleo y sueldo durante diez años, y se dictó una orden de detención en su contra». Los caprichos del destino hicieron que Marina y su familia se trasladaran de Tineo a Ágreda cuando ella contaba tan sólo diez meses. Detrás de este traslado vendrían muchos otros, a destinos como Lugo, Valladolid o Santander. Sus padres y sus dos hermanas vivieron años en los que «no pasamos hambre, pero sí tuvimos privaciones; no tuve una juventud como la de otras amigas, y al fin y al cabo son años de vida que deberían haber sido disfrutados de otra manera y se perdieron», relata Marina.

Entre las «trastadas» de la más tierna infancia y los años de estudio del Bachillerato «por libre», con «mi padre como el mejor maestro, con lecciones en casa y con profesores buscados cuando era necesario», Marina Cisneros aprobó los siete años que le tocó cursar, y hasta llegó a hacerse maestra por oposición.

Su primer y único destino fue una escuela rural cerca de Ribadeo, donde «además de dar clase a los niños, llegué a hacer de practicanta, porque empecé a poner inyecciones, un trabajo que hacía hasta entonces el sanador del ganado».

Fue en ese tiempo cuando se casó con José Cerredo, que empezó «desde abajo» y acabó siendo subdirector general y director general comercial del Banco Herrero. El trabajo del esposo llevó a la pareja a vivir en muchos destinos diferentes, de Tineo a Pola de Laviana, Mieres o Gijón. Marina Cisneros se dedicó entonces a criar a sus tres hijos, Blanca, Margarita y Jesús, de los que sólo Margarita vive.

Ahora, Marina disfruta de cinco nietos y un biznieto llamado Teo, así como de una finca en Quintes que adquirió junto con su marido cuando éste se jubiló. Allí vivió toda la familia momentos de diversión en la libertad del pueblo, y desde allí comenzaron a dispersarse los miembros más jóvenes de la familia.

Hoy, como relata Marina Cisneros, cada uno tiene su propia vida y sus inquietudes, y por motivos laborales o personales, cada vez es más complicado juntarse para rememorar aquellas viejas historias familiares. Un mal para el que la matriarca ha encontrado remedio en forma de autobiografía, y que podría tener una continuación. «Me han quedado cosas en la memoria como para otro libro», asegura.