En los calurosos días del
verano las horas son largas, largas como esas
sombras de la tarde que buscamos y ansiamos cuando el sol se da ya por vencido. El sabe que al siguiente día será con su esplendor y fuerza el que determine nuestros movimientos. Y nosotros esperaremos pacientemente a las largas sombras y a su declive.
Luego está otra forma de enfrentarse al sol, la
playa, un suplicio para nuestra piel, pero al que casi todos sucumbimos. Y dado que es un suplicio consentido, aquí también las
... (ver texto completo)