«Si quieres cebollas en San Juan plántalas por Navidad». El refranero popular nunca falla y su sabiduría la están poniendo en práctica los alumnos del colegio «Medalla Milagrosa» de capital, donde, armados con sus azadas, los estudiantes se nutren de unos conocimientos que distan mucho de los saberes que se imparten entre las cuatro paredes de un aula.
Lejos de las pizarras digitales y los libros de texto, los pequeños de sexto de primaria, escuchan atentos a su profesor, Manolo García, que les explica cómo acometer la plantación de las cebollas. El docente les indica que para que el fruto crezca de forma óptima han de cortarle el tallo antes de plantarlas, para que los nutrientes ayuden a crecer al fruto, y los alumnos, entre sorprendidos y divertidos, exclaman un sentido « ¡pobrecitas!» cuando el profesor aplica sobre las tiernas verduras la técnica que les ha explicado. También pudo escucharse un « ¡adiós a los brotes verdes!», que fue otra de las ingeniosas reacciones de los despiertos pequeños.
«Agradecen mucho estás salidas al aire libre, se lo pasan bien y aprenden mucho, además es una forma distinta de aprender», asegura García, que disfruta cuando ve a sus alumnos entregados a las labores del campo en la finca que el colegio tiene en las afueras de la ciudad y a la que los estudiantes acuden todos los lunes del curso.
Cada grupo tiene asignada una parcela de la que tiene que ser responsable y que ha de cuidar durante el curso, «todas las semanas venimos y regamos las plantas, quitamos las malas hierbas...», pero en el mes de junio, antes de las vacaciones de verano llega la mejor parte, «vienen con cajas y bolsas y se llevan muy orgullosos la cosecha a sus casas», comenta García con la experiencia que le confieren los años de experiencia al frente de estas actividades agrícolas con los escolares.
Pero no sólo de cebollas vive el hombre y también ajos, zanahorias, árboles frutales y plantas medicinales forman parte del completo huerto que miman alumnos y profesores, «en cada época nos dedicamos a la especie que requiere cuidados de la temporada, la poda en su tiempo, la recolecta... en el campo siempre hay tarea», y los niños no pueden estar más contentos con sus excursiones de principios de semana, «así se vuelve mejor al cole», comentaban los pequeños, que también aprovechan la salida del centro para practicar educación física al aire libre.
Como efectivos ayudantes, varios alumnos de tercero de la E. S. O acuden a la finca para cuidar de su parcela y cuando terminan su tarea, sirven de ejemplo para los pequeños del cole y ayudar al profesor a la hora de tutelar las actividades agrarias, «los mayores dando ejemplo, a ellos también les beneficia mucho realizar estas actividades y les gusta venir, además le ponen mucho empeño y tesón», subraya el docente.
«Cabad profundo, en un lateral del surco y tapad bien la raíz», aconseja el profesor. Los alumnos, inquietos, intentan imitarlo y no dudan en bromear con los compañeros, «al final sacas petróleo Jaime», bromeaba un estudiante con otro amigo de su clase.
Lecciones sobre el terreno, con herramienta en mano y todas las ganas puestas en una siembra que les despierta el interés por el origen de los alimentos, lo que cuesta producirlos y lo laborioso de hacerlos crecer. «Desde que he aprendido cómo nacen ya me gustan las cebollas», confesaba uno de los alumnos.
Ya se sabe que lo que se siembra se recoge y los estudiantes de «La Milagrosa» no sólo esperan hasta junio para conocer las calificaciones que han merecido por su trabajo durante todo el año, sino para tener en la mano otro de los frutos del curso: las cebollas y los ajos, las cremas y las bolsitas de infusión. La recompensa final a un trabajo duro y casi tan antiguo como la vida del hombre sobre la tierra.
Lejos de las pizarras digitales y los libros de texto, los pequeños de sexto de primaria, escuchan atentos a su profesor, Manolo García, que les explica cómo acometer la plantación de las cebollas. El docente les indica que para que el fruto crezca de forma óptima han de cortarle el tallo antes de plantarlas, para que los nutrientes ayuden a crecer al fruto, y los alumnos, entre sorprendidos y divertidos, exclaman un sentido « ¡pobrecitas!» cuando el profesor aplica sobre las tiernas verduras la técnica que les ha explicado. También pudo escucharse un « ¡adiós a los brotes verdes!», que fue otra de las ingeniosas reacciones de los despiertos pequeños.
«Agradecen mucho estás salidas al aire libre, se lo pasan bien y aprenden mucho, además es una forma distinta de aprender», asegura García, que disfruta cuando ve a sus alumnos entregados a las labores del campo en la finca que el colegio tiene en las afueras de la ciudad y a la que los estudiantes acuden todos los lunes del curso.
Cada grupo tiene asignada una parcela de la que tiene que ser responsable y que ha de cuidar durante el curso, «todas las semanas venimos y regamos las plantas, quitamos las malas hierbas...», pero en el mes de junio, antes de las vacaciones de verano llega la mejor parte, «vienen con cajas y bolsas y se llevan muy orgullosos la cosecha a sus casas», comenta García con la experiencia que le confieren los años de experiencia al frente de estas actividades agrícolas con los escolares.
Pero no sólo de cebollas vive el hombre y también ajos, zanahorias, árboles frutales y plantas medicinales forman parte del completo huerto que miman alumnos y profesores, «en cada época nos dedicamos a la especie que requiere cuidados de la temporada, la poda en su tiempo, la recolecta... en el campo siempre hay tarea», y los niños no pueden estar más contentos con sus excursiones de principios de semana, «así se vuelve mejor al cole», comentaban los pequeños, que también aprovechan la salida del centro para practicar educación física al aire libre.
Como efectivos ayudantes, varios alumnos de tercero de la E. S. O acuden a la finca para cuidar de su parcela y cuando terminan su tarea, sirven de ejemplo para los pequeños del cole y ayudar al profesor a la hora de tutelar las actividades agrarias, «los mayores dando ejemplo, a ellos también les beneficia mucho realizar estas actividades y les gusta venir, además le ponen mucho empeño y tesón», subraya el docente.
«Cabad profundo, en un lateral del surco y tapad bien la raíz», aconseja el profesor. Los alumnos, inquietos, intentan imitarlo y no dudan en bromear con los compañeros, «al final sacas petróleo Jaime», bromeaba un estudiante con otro amigo de su clase.
Lecciones sobre el terreno, con herramienta en mano y todas las ganas puestas en una siembra que les despierta el interés por el origen de los alimentos, lo que cuesta producirlos y lo laborioso de hacerlos crecer. «Desde que he aprendido cómo nacen ya me gustan las cebollas», confesaba uno de los alumnos.
Ya se sabe que lo que se siembra se recoge y los estudiantes de «La Milagrosa» no sólo esperan hasta junio para conocer las calificaciones que han merecido por su trabajo durante todo el año, sino para tener en la mano otro de los frutos del curso: las cebollas y los ajos, las cremas y las bolsitas de infusión. La recompensa final a un trabajo duro y casi tan antiguo como la vida del hombre sobre la tierra.
