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SANTA CLARA DE AVEDILLO: S. RAMOS. Santa Clara de Avedillo, En una soleada tarde...

S. RAMOS. Santa Clara de Avedillo, En una soleada tarde y un ambiente típicamente primaveral los devotos del Santo Cristo del Humilladero renovaron ayer su devoción durante la procesión que partía a las seis de la tarde de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Santa Clara de Avedillo, hasta la ermita donde mora la imagen del Cristo.
Eran los más pequeños del pueblo los que portaban en andas la primera figura del desfile, un pequeño Niño Jesús, a la que seguía su Madre, que era llevada a hombros por los hombres de la localidad, lo mismo que la talla de la Santa Cruz que cerraba la procesión, presidida por el párroco de El Piñero, Antonio González. Escoltando a las tres imágenes marchaban las mayordomas de esta edición 2009, elegantemente vestidas y portando una vela durante todo el trayecto. Decenas de seguidores del Cristo del Humilladero se dieron cita en un evento que tenía su máximo aforo en la subasta que se celebraba a las puertas del santuario y donde los feligreses pujaron por los brazos de las andas del Cristo, que era colocado en altar que preside la ermita.
La fiesta de la Santa Cruz, que coincide en el calendario con el 3 de mayo se viene celebrando en Santa Clara de Avedillo desde el año 1600, fecha en que existía una cofradía cuyas ordenanzas obligaban a la celebración de la Santa Cruz, existiendo también una ermita del mismo nombre. Más tarde, en 1750 pasó a llamarse la ermita del Cristo del Humilladero.
Retorno
Una vez instalada la talla del Cristo en su morada, los feligreses retornaron en procesión con el Niño y la Virgen hasta el lugar de partida, donde la cantante Soledad Luna entonaba la salve rociera que hizo vibrar de emoción al público que copaba el interior del templo. A cargo de Soledad Luna también estuvo el festival de canción española que se celebraba en el Club de Jubilados «gracias a la amistad que mantiene con unas personas del pueblo», explicaba la alcaldesa Mercedes Enríquez, quien ayer marchaba como una más en la procesión que carecía del habitual lugar de honor para las autoridades.
El párroco de la localidad, Jeremías Rodríguez, cedía la presidencia del acto central de la fiesta al sacerdote de El Piñero, mientras él se encargaba de la organización del mismo.