ELEDONIO PÉREZ Burro grande ande o no ande. Así reza el dicho popular, aunque claro no se enunció pensando en el vino sino en otra cosa. En el caso del vino, la magnitud desproporcionada significa que lo bueno -cuando lo es- se agranda y el placer entonces se intensifica y se hace -casi- eterno. El ejemplo que ajusta en esta horma es el vino Dehesa la Granja 2002, que en botella creciente acaba de ganar el máximo galardón de la última edición de los Premios Magnum. El Gran Oro ya cuelga en las estanterías de la bodega que da nombre al tinto, singular y repleto de matices que tiene una gran virtud, que en sus entrañas lleva el sabor de una comarca, la Guareña, que mana vinos bravos, pero pastueños; encastados, aunque «atemperados» por ese carácter propio de Vadillo, donde se asientan los viñedos matrices que atiende Alejandro Fernández.
Los Premios Magnum es el único concurso del mundo que valora los vinos de formato especial, esos que se encajonan en botella grande, un continente ideal para que tintos y blancos reposen sin la amenaza del tiempo. La II edición de este certamen se celebró en Madrid del 25 de octubre al 1 de diciembre. El jurado, encabezado por Jesús Flores, concedió el Gran Oro a Dehesa La Granja. ¿Por qué? Porque es un tinto con cuerpo y equilibrado, que no deja indiferente. Los datos de la cata son exhaustivos: un vino estructurado, elegante y temperamental. Cien por cien tempranillo, con 30 meses de crianza en barrica de roble francés, color rubí, con tonos anaranjados. Tras su decantación, desprende notas de tabaco, chocolate, cacao y torrefactos; resulta goloso en boca, con reminiscencias a ciruelas negras en compota y dátiles.
El concurso, según nota de prensa del grupo Comunicalium, fue organizado por el Círculo del Vino, y nació en 2009 con el objetivo de revalorizar los Magnum, vinos que evolucionan favorablemente en su crianza al tener menos contacto con el oxígeno y que, de ese modo, aseguran una óptima conservación y durabilidad. El director de los Premios Magnum 2010 sintetiza la filosofìa del certamen: «El concurso de por sí, tiene ya mucha importancia porque los Magnum atesoran, no sólo mucha calidad, sino que ahora en tiempos de crisis es un buen momento para darle salida a estos magníficos formatos».
Alejandro Fernández, un verdadero alquimista de la vitivinicultura, es el padre de vinos como Tinto Pesquera, Condado de Haza, Alenza o El Vínculo. Su sueño de los últimos años ya es una realidad. La Dehesa la Granja, enclavada en lo que antaño fue la ganadería de reses bravas del hierro de Molero Hermanos, es el vivar más singular de la casta tempranillo, un horizonte soñado para un mar de bacillos que manan un líquido tinto y brillante que, cada año, llena de sueños las barricas de la bodega subterránea más grande de Castilla y León. La bodega de la finca tiene más de 250 años y casi una fanega (3.333 metros cuadrados) de superficie; una obra única que excavaron en piedra arenisca 125 picadores entre 1750 y 1767. Cuando Alejandro Fernández la vio, se enamoró pérdidamente y la hizo suya.
Los Premios Magnum es el único concurso del mundo que valora los vinos de formato especial, esos que se encajonan en botella grande, un continente ideal para que tintos y blancos reposen sin la amenaza del tiempo. La II edición de este certamen se celebró en Madrid del 25 de octubre al 1 de diciembre. El jurado, encabezado por Jesús Flores, concedió el Gran Oro a Dehesa La Granja. ¿Por qué? Porque es un tinto con cuerpo y equilibrado, que no deja indiferente. Los datos de la cata son exhaustivos: un vino estructurado, elegante y temperamental. Cien por cien tempranillo, con 30 meses de crianza en barrica de roble francés, color rubí, con tonos anaranjados. Tras su decantación, desprende notas de tabaco, chocolate, cacao y torrefactos; resulta goloso en boca, con reminiscencias a ciruelas negras en compota y dátiles.
El concurso, según nota de prensa del grupo Comunicalium, fue organizado por el Círculo del Vino, y nació en 2009 con el objetivo de revalorizar los Magnum, vinos que evolucionan favorablemente en su crianza al tener menos contacto con el oxígeno y que, de ese modo, aseguran una óptima conservación y durabilidad. El director de los Premios Magnum 2010 sintetiza la filosofìa del certamen: «El concurso de por sí, tiene ya mucha importancia porque los Magnum atesoran, no sólo mucha calidad, sino que ahora en tiempos de crisis es un buen momento para darle salida a estos magníficos formatos».
Alejandro Fernández, un verdadero alquimista de la vitivinicultura, es el padre de vinos como Tinto Pesquera, Condado de Haza, Alenza o El Vínculo. Su sueño de los últimos años ya es una realidad. La Dehesa la Granja, enclavada en lo que antaño fue la ganadería de reses bravas del hierro de Molero Hermanos, es el vivar más singular de la casta tempranillo, un horizonte soñado para un mar de bacillos que manan un líquido tinto y brillante que, cada año, llena de sueños las barricas de la bodega subterránea más grande de Castilla y León. La bodega de la finca tiene más de 250 años y casi una fanega (3.333 metros cuadrados) de superficie; una obra única que excavaron en piedra arenisca 125 picadores entre 1750 y 1767. Cuando Alejandro Fernández la vio, se enamoró pérdidamente y la hizo suya.