VECILLA DE LA POLVOROSA: Digo que, efectivamente, de la iglesia que véis en...

Digo que, efectivamente, de la iglesia que véis en la foto adjunta sólo queda la espadaña. Es para mí una iglesia amada. En ella fui monaguillo cuando todavía casi no podía con aquel misal inmenso escrito con caracteres artísticos sobre todo en en rojo durante muchos años tanto con Don Jacinto como con Don José ( El Negrito, de Santa María ) y algún otro que vino desde Morales de forma ocasional y temporal; en ella canté misas y misas de réquiem o difuntos, mano a mano con el sacerdote correspondiente y ambos colocados a ambos lados del altar; en ella nos impartieron a rajatabla "la doctrina sagrada" de aquel catecismo del Padre Astete cuando así se llamaba a la actual catequesis u orientación religiosa-cristiana, en ella hemos celebrado con entusiasmo infinito nuestras misas mayores de aquellos días de fiesta en que cantábamos el latín gregoriano en torno de mi padre, allí han tenido lugar mil bautizos, mil primeras comuniones y las de Pascua Florida, mil bodas y mil miércoles de ceniza cayéndonos en la frente la ceniza y el golpe, y de allí salíamos un sinfin de veces con la cruz en ristre, el hisopo y los óleos santos a fin impartir extramaunciones a las puertas vecinales y a los moribundos promoviendo la virtud, la salud y la vida; y, de sus inolvidables campanas, han salido los repiques más extraordinarios cuando, atados los badajos con una soga, Jano Rubio o Valentín Justel se ponían a ejercer artistas consumados en el bueno y exquisito hacer. Muchos sabrán que se derrumbó de la mitad hacia atrás y así estuvo, caída, por años; incluso se dijeron misas con el techo a medio caer y las golñodrinas y los vencejos revoloteando por las vigas y golpeando los cristales. Fue un tiempo triste. Y sin embargo ha vuelto a renacer. Alegrémonos. Porque, aunque respetando, obviamente, cada opinión y creencia, la iglesia en un pueblo es un punto vital de encuentro y reunión para la amistad. Es un lugar verdaderamente al que se puede mirar con íntima dignidad y esperanza. Entonces, digo al fin, ¿ cómo no añorar de algún modo la iglesia de mi pueblo ? ¿ es que habría de erradicar del corazón el cariño ? No, amigos, no. Ahí la tenemos ahora, nueva, bella y pujante, hermosa, esperando a quien quiera hablar profundamente consigo mismo y también con Dios. Acaso con todos. Recibid un fuerte abrazo. Antonio justel.