Una joya a todo gas
Anselmo Hernández, relojero jubilado, expone en Venialbo, coincidiendo con la concentración motera, su motocicleta de 1958 con la que recorría la comarca
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Anselmo Hernández González sobre su moto de 1958, con la que recorría la comarca.
Foto Javier de la Fuente
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BELÉN ALONSO Comprar la motocicleta fue más bien una necesidad que una afición, pero Anselmo Hernández González «el relojero» tenía claro que no volvería a recorrer los caminos de la comarca sobre la bicicleta. Ello le llevó a Madrid donde decidió comprar una moto Iresa de segunda mano en el año 1958, que ha conservado en buen estado hasta la actualidad y que durante este fin de semana se expondrá en el bar «El Toca» de Venialbo con motivo de la concentración motera que se desarrolla en la localidad.
Anselmo Hernández explica que «teníamos aquí la relojería y yo visitaba todo el contorno a recoger trabajo, lo arreglaba y los volvía a llevar. De paso también vendía relojes y algunos pendientes». La moto fue el primer escalón hacia los vehículos, ya que «aunque entonces ya había coches no pude comprarme uno por que eran carísimos» y recuerda la facilidad con la que aprendió a andar en ella «ya que tenía cogido el equilibrio por la bicicleta y las marchas me explicaron como hacerlo y ya, fue traerla y ponerme a funcionar».
Actualmente, no acierta a recordar la cantidad de kilómetros recorridos durante los años que fue su único vehículo y que posteriormente sustituyó por un «Seiscientos» y luego un «R-12», que «también tengo ahí en el garaje». Aselmo rememora el frío pasado y «lo imposible que estaban las carreteras por entonces, llenas de baches». Eso si hace énfasis en que «nunca tuve un accidente» y explica que con la suya eran tres las que había en el pueblo.
Anselmo Hernández, relojero jubilado, expone en Venialbo, coincidiendo con la concentración motera, su motocicleta de 1958 con la que recorría la comarca
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BELÉN ALONSO Comprar la motocicleta fue más bien una necesidad que una afición, pero Anselmo Hernández González «el relojero» tenía claro que no volvería a recorrer los caminos de la comarca sobre la bicicleta. Ello le llevó a Madrid donde decidió comprar una moto Iresa de segunda mano en el año 1958, que ha conservado en buen estado hasta la actualidad y que durante este fin de semana se expondrá en el bar «El Toca» de Venialbo con motivo de la concentración motera que se desarrolla en la localidad.
Anselmo Hernández explica que «teníamos aquí la relojería y yo visitaba todo el contorno a recoger trabajo, lo arreglaba y los volvía a llevar. De paso también vendía relojes y algunos pendientes». La moto fue el primer escalón hacia los vehículos, ya que «aunque entonces ya había coches no pude comprarme uno por que eran carísimos» y recuerda la facilidad con la que aprendió a andar en ella «ya que tenía cogido el equilibrio por la bicicleta y las marchas me explicaron como hacerlo y ya, fue traerla y ponerme a funcionar».
Actualmente, no acierta a recordar la cantidad de kilómetros recorridos durante los años que fue su único vehículo y que posteriormente sustituyó por un «Seiscientos» y luego un «R-12», que «también tengo ahí en el garaje». Aselmo rememora el frío pasado y «lo imposible que estaban las carreteras por entonces, llenas de baches». Eso si hace énfasis en que «nunca tuve un accidente» y explica que con la suya eran tres las que había en el pueblo.