Cuando caen las hojas, los cosos taurinos van dando el cerrojazo. Silencioso espera el albero a que pase el
invierno para volver a ser pisado por los toreros. La recia madera del burladero impasible ve pasar el tiempo. Lo mismo aguanta el derrote de un
toro al salir de chequeros, que siente las cálidas patitas de un jilguero posarse una tarde de invierno. Los timbales guardados están. El timbalero acaricia las baquetas, los días de invierno. Con pena guarda en una caja los trastes de torear, aquel
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