BELÉN ALONSO, VILLALPANDO
Magdalena Martínez López ha sido durante tres décadas la imagen cara al público del Ayuntamiento de Villalpando. En estos treinta años tan solo ha conocido dos alcaldes y en sus labores de auxiliar administrativo ha hecho «de todo», ahora llega a la jubilación para hacer lo que más le gusta leer y pintar.
Magdalena Martínez, «Magda», para los más cercanos, era la primera persona con la que te encontrabas al llegar a la Alcaldía. Ella igual te daba paso a ver al regidor, contestaba al teléfono, te daba información sobre subvenciones o te remitía un recibo. Su seriedad y discreción es conocida y valorada no solo por los vecinos de la Villa sino también por los de gran parte de la comarca que, a veces, tuvieron que acudir al Consistorio para realizar cualquier tipo de trámite.
Entró en el Ayuntamiento en 1981, «donde ya estaba mi padre y una señora. Se hicieron unas oposiciones me presenté y quedaron desiertas y después me contrataron. A los tres años volví a hacer las oposiciones y entré definitivamente». No se considera pionera en nada porque en la Villa siempre «ha habido mujeres trabajando en organismos oficiales. Somos un pueblo pequeño pero eso muy avanzado» y explica que antes de llegar a la edad de jubilación «jamás habría de dejado de trabajar».
Magdalena reconoce la peculiaridad de Consistorio villalpandino donde en todo este tiempo tan solo han pasado dos regidores: Carmen Allende y el actual, Félix González Ares. «Eso si, hemos tenido muchos secretarios, que generalmente es al contrario siempre pasan más alcaldes que secretarios. A lo mejor ocho en todo estos años y hemos pasado por cuatro dependencias municipales diferentes hasta volver a quedar donde estamos», asegura. Así, tras varios años en el viejo Consistorio de la Plaza Mayor se trasladó a unas pequeñas dependencias que habían sido la antigua biblioteca (actualmente ocupado por el juzgado), «de aquí como pensaban que iban a hacer el Juzgado y como era chiquitín, chiquitín pasamos al Instituto Miguel de Cervantes, aquí estuvimos más desahogados y cuando hicieron nuevo el Ayuntamiento y rehabilitaron la iglesia, volvimos para allí. En total pasamos fuera siete años».
Afirma que «solo guardo buenos recuerdos de mi vida como trabajadora del Ayuntamiento, porque soy muy positiva y lo negativo lo olvido». Así, destaca la buena la relación con todos los miembros de las distintas corporaciones municipales y en especial con sus dos compañeras, con las que trabajo día a día y codo con codo durante veintiocho y año medio respectivamente. Asegura que «hombre también se ha discutido. Tantos días y horas codo con codo pues algo surge, pero siempre hemos vivido muy bien y hemos tenido claro que había que obedecer a los "jefes " y si vas mentalizada de lo que es tu puesto no tiene porque surgir problemas». Los años de convivencia hicieron que «supiera de que humor estaba Carmen Allende cuando entraba por la puerta» y de Félix González destaca la «afabilidad» de su carácter.
Asegura que la labor de una administrativa en un Ayuntamiento del mundo rural «no solo consiste en enviar escritos. Atendíamos consultas de todo tipo de la gente. Sobre todo de gente mayor, que a lo mejor nos pedía una dirección o nos pedía que revisásemos si le habían cobrado algún recibo, aunque no fuera municipal. Estábamos para todo, hasta para que te contaran sus problemas y su vida». Asimismo, a instancias de un antiguo secretario «acudíamos a los Plenos y aprendimos a hacer actas» y a todo esto había que sumar que «eras la persona que parabas los gritos de algún vecino que venía con reclamaciones. Yo era la encargada, entre otras cosas, de llevar el tema de obras y cementerio que traía una gran cantidad de polémicas familiares por las propiedades de las sepulturas. Nuestro trabajo necesitaba grandes dosis de paciencia».
«Magda» se muestra satisfecha de haber desarrollado su actividad profesional en una plaza «donde nunca ha habido grandes problemas o malos momentos. Tal vez, en una ocasión que hubo oposiciones en el Ayuntamiento viejo y había mucha gente y se preparó un barullo por el que tuvimos que salir de él. Pero no llegó a nada».
A pesar de su jubilación tiene todo su tiempo completo. Lo dedica a leer y a acudir a sus innumerables cursos? castañuela y pandereta, manualidades y restauración, pintura? etc. De esta última afición conserva varios cuadros que decoran su coqueta casa cercana a la Puerta Villa.
Magdalena Martínez López ha sido durante tres décadas la imagen cara al público del Ayuntamiento de Villalpando. En estos treinta años tan solo ha conocido dos alcaldes y en sus labores de auxiliar administrativo ha hecho «de todo», ahora llega a la jubilación para hacer lo que más le gusta leer y pintar.
Magdalena Martínez, «Magda», para los más cercanos, era la primera persona con la que te encontrabas al llegar a la Alcaldía. Ella igual te daba paso a ver al regidor, contestaba al teléfono, te daba información sobre subvenciones o te remitía un recibo. Su seriedad y discreción es conocida y valorada no solo por los vecinos de la Villa sino también por los de gran parte de la comarca que, a veces, tuvieron que acudir al Consistorio para realizar cualquier tipo de trámite.
Entró en el Ayuntamiento en 1981, «donde ya estaba mi padre y una señora. Se hicieron unas oposiciones me presenté y quedaron desiertas y después me contrataron. A los tres años volví a hacer las oposiciones y entré definitivamente». No se considera pionera en nada porque en la Villa siempre «ha habido mujeres trabajando en organismos oficiales. Somos un pueblo pequeño pero eso muy avanzado» y explica que antes de llegar a la edad de jubilación «jamás habría de dejado de trabajar».
Magdalena reconoce la peculiaridad de Consistorio villalpandino donde en todo este tiempo tan solo han pasado dos regidores: Carmen Allende y el actual, Félix González Ares. «Eso si, hemos tenido muchos secretarios, que generalmente es al contrario siempre pasan más alcaldes que secretarios. A lo mejor ocho en todo estos años y hemos pasado por cuatro dependencias municipales diferentes hasta volver a quedar donde estamos», asegura. Así, tras varios años en el viejo Consistorio de la Plaza Mayor se trasladó a unas pequeñas dependencias que habían sido la antigua biblioteca (actualmente ocupado por el juzgado), «de aquí como pensaban que iban a hacer el Juzgado y como era chiquitín, chiquitín pasamos al Instituto Miguel de Cervantes, aquí estuvimos más desahogados y cuando hicieron nuevo el Ayuntamiento y rehabilitaron la iglesia, volvimos para allí. En total pasamos fuera siete años».
Afirma que «solo guardo buenos recuerdos de mi vida como trabajadora del Ayuntamiento, porque soy muy positiva y lo negativo lo olvido». Así, destaca la buena la relación con todos los miembros de las distintas corporaciones municipales y en especial con sus dos compañeras, con las que trabajo día a día y codo con codo durante veintiocho y año medio respectivamente. Asegura que «hombre también se ha discutido. Tantos días y horas codo con codo pues algo surge, pero siempre hemos vivido muy bien y hemos tenido claro que había que obedecer a los "jefes " y si vas mentalizada de lo que es tu puesto no tiene porque surgir problemas». Los años de convivencia hicieron que «supiera de que humor estaba Carmen Allende cuando entraba por la puerta» y de Félix González destaca la «afabilidad» de su carácter.
Asegura que la labor de una administrativa en un Ayuntamiento del mundo rural «no solo consiste en enviar escritos. Atendíamos consultas de todo tipo de la gente. Sobre todo de gente mayor, que a lo mejor nos pedía una dirección o nos pedía que revisásemos si le habían cobrado algún recibo, aunque no fuera municipal. Estábamos para todo, hasta para que te contaran sus problemas y su vida». Asimismo, a instancias de un antiguo secretario «acudíamos a los Plenos y aprendimos a hacer actas» y a todo esto había que sumar que «eras la persona que parabas los gritos de algún vecino que venía con reclamaciones. Yo era la encargada, entre otras cosas, de llevar el tema de obras y cementerio que traía una gran cantidad de polémicas familiares por las propiedades de las sepulturas. Nuestro trabajo necesitaba grandes dosis de paciencia».
«Magda» se muestra satisfecha de haber desarrollado su actividad profesional en una plaza «donde nunca ha habido grandes problemas o malos momentos. Tal vez, en una ocasión que hubo oposiciones en el Ayuntamiento viejo y había mucha gente y se preparó un barullo por el que tuvimos que salir de él. Pero no llegó a nada».
A pesar de su jubilación tiene todo su tiempo completo. Lo dedica a leer y a acudir a sus innumerables cursos? castañuela y pandereta, manualidades y restauración, pintura? etc. De esta última afición conserva varios cuadros que decoran su coqueta casa cercana a la Puerta Villa.