CELEDONIO PÉREZ/F. PRIMO
Sueña faenas de portada de periódico, estocadas de efecto inmediato; triunfar por él, por su familia, por su novia; para darle en los morros a aquellos que nunca han creído en su arte, que, a veces, jugar a la contra es muy efectivo. Hace unas semanas: «Mira, mamá (o madre, que el calificativo no lo escuché) acabó de vivirlo, una faena de ensueño, una estocada de libro...». Y la madre: «Mira, Ramiro (el padre), que Alberto ha soñado que ponía Las Ventas patas arriba, lo va a conseguir, ahora sí, todos lo vamos a conseguir...».
Alberto Durán, novillero de Villamor de los Escuderos, promesa de la tauromaquia zamorana, la ilusión de la afición de una tierra que necesita mitos para olvidarse de la farfolla cotidiana, hará el paseíllo en Las Ventas el próximo 31 de julio. Junto a él, dos extremeños: Tulio Salguero, de Badajoz, y Rafael Cerro, de Navalmoral de la Mata (Cáceres), que si triunfa, sin duda, se acordará de su apoderado, Ortega Cano.
Lidiarán novillos (seguramente los más hechos de todo el ciclo de novilladas nocturnas) del hierro de Guadaira, procedencia Jandilla. Será una tarde-noche inolvidable que marcará la vida de Alberto Durán. «No valen medias tintas, hay que darlo todo; sé que la responsabilidad excesiva a veces te agarrota y que no es buena, pero es lo que hay; una oportunidad única; estamos ahí, hemos jugado a la lotería y ahora hay que hacer todo lo posible para que toque, no hay vuelta de hoja».
Anunciarse en los carteles de Las Ventas no es fácil. Tan difícil es que desde hace once años no lo ha hecho ningún zamorano. El último fue Gustavo Martín, que no pudo triunfar y su paso por el coso madrileño supuso el despertar del sueño. Alberto Durán quiere todo lo contrario, que su paso por la plaza más importante del mundo sea el inicio de una carrera brillante. «Quiero ser el mejor torero del mundo», dice medio en broma medio en serio. Y el periodista lo cree, aunque lo que piensa lo dice en alto: «Podrás ser todo lo que quieras siempre que afines con la espada y que tengas suerte, que te toque la lotería (taurina)».
La espada, la suerte suprema, esa es su cruz. El estoque le ha privado de muchos triunfos. Porque de su forma de torear no hay dudas. Acumula estética, plástica y técnica, tiene valor, o sea un carné de identidad pintiparado de torero con proyección. Lo saben en muchos sitios: en su pueblo, en Zamora capital, en varios municipios de la provincia, en Ledesma, en Madrid (toreó con 14 años dos becerradas en Vistalegre), Bayona, Dax, Vic-fezensac... El último paseíllo fue en el albero barroso de San Miguel de la Ribera. El periodista descubrió a un torero hecho, hondo, con muchos recursos, vertical. Tanto toreó Alberto Durán que el novillo de Román Lucero se pasó y después hizo todo lo posible para esquivar la muerte. La espada fue un martirio, para el astado y también para Durán.
El ámbito rural vive más pegado a la realidad que el urbano. La labranza de la tierra, la cría de ganado (manso) pone a cada cual a la altura del horizonte, que solo los árboles hacen méritos para estar por encima. Eso lo sabe bien Alberto, por cuna y porque vive del oficio de sus padres, el más digno del mundo, dicen que decía Cicerón, «pues que alguien se dé cuente de ello», apuntan los padres del toreador, que por ese apego a la tierra no tiene pelos en la lengua (el toreador, me refiero).
Aquí van unos ejemplos. Dice que nunca pagará por torear. «Alguna vez me lo han ofrecido, pero no estoy dispuesto a pasar por el aro, es indigno; no quiero que se aprovechen de mi». Más: «Sé que es muy difícil entrar en el circuito taurino, que lo que se lleva es el cambio de cromos y el mío, todavía, no se cotiza; pero también sé que es posible triunfar sin padrinos y en esas estoy».
También hay agradecimientos. A quien ha hecho posible que el día 31 de julio esté en Las Ventas. No da nombres, pero a lo largo de la conversación salen los del periodista y crítico taurino de la SER Manolo Moles y el de su amigo Javier Gómez Pascual, también torero zamorano (de plata, aunque bien podría ser de diamante por su saber estar en el ruedo y fuera), que estará junto a él en Las Ventas.
Un aparte para Gustavo Martín, su exapoderado. «Le estoy agradecido por la etapa que pasamos juntos, pero en la vida hay que tomar decisiones y yo la he tomado. El tiempo dirá si me he equivocado o no». En los últimos días, por cierto, le llueven los aspirantes para prohijarle.
¿Y hasta el 31 de julio qué va a hacer? Entrenar, torear, matar novillos, soñar, empaparse de las obligaciones de un director de lidia, función que tendrá que asumir en la novillada de Madrid porque encabeza el cartel. «Es una responsabilidad añadida y no pequeña, porque soy consciente de que en Las Ventas hay que estar en torero desde antes de pisar el albero».
Sueña faenas de portada de periódico, estocadas de efecto inmediato; triunfar por él, por su familia, por su novia; para darle en los morros a aquellos que nunca han creído en su arte, que, a veces, jugar a la contra es muy efectivo. Hace unas semanas: «Mira, mamá (o madre, que el calificativo no lo escuché) acabó de vivirlo, una faena de ensueño, una estocada de libro...». Y la madre: «Mira, Ramiro (el padre), que Alberto ha soñado que ponía Las Ventas patas arriba, lo va a conseguir, ahora sí, todos lo vamos a conseguir...».
Alberto Durán, novillero de Villamor de los Escuderos, promesa de la tauromaquia zamorana, la ilusión de la afición de una tierra que necesita mitos para olvidarse de la farfolla cotidiana, hará el paseíllo en Las Ventas el próximo 31 de julio. Junto a él, dos extremeños: Tulio Salguero, de Badajoz, y Rafael Cerro, de Navalmoral de la Mata (Cáceres), que si triunfa, sin duda, se acordará de su apoderado, Ortega Cano.
Lidiarán novillos (seguramente los más hechos de todo el ciclo de novilladas nocturnas) del hierro de Guadaira, procedencia Jandilla. Será una tarde-noche inolvidable que marcará la vida de Alberto Durán. «No valen medias tintas, hay que darlo todo; sé que la responsabilidad excesiva a veces te agarrota y que no es buena, pero es lo que hay; una oportunidad única; estamos ahí, hemos jugado a la lotería y ahora hay que hacer todo lo posible para que toque, no hay vuelta de hoja».
Anunciarse en los carteles de Las Ventas no es fácil. Tan difícil es que desde hace once años no lo ha hecho ningún zamorano. El último fue Gustavo Martín, que no pudo triunfar y su paso por el coso madrileño supuso el despertar del sueño. Alberto Durán quiere todo lo contrario, que su paso por la plaza más importante del mundo sea el inicio de una carrera brillante. «Quiero ser el mejor torero del mundo», dice medio en broma medio en serio. Y el periodista lo cree, aunque lo que piensa lo dice en alto: «Podrás ser todo lo que quieras siempre que afines con la espada y que tengas suerte, que te toque la lotería (taurina)».
La espada, la suerte suprema, esa es su cruz. El estoque le ha privado de muchos triunfos. Porque de su forma de torear no hay dudas. Acumula estética, plástica y técnica, tiene valor, o sea un carné de identidad pintiparado de torero con proyección. Lo saben en muchos sitios: en su pueblo, en Zamora capital, en varios municipios de la provincia, en Ledesma, en Madrid (toreó con 14 años dos becerradas en Vistalegre), Bayona, Dax, Vic-fezensac... El último paseíllo fue en el albero barroso de San Miguel de la Ribera. El periodista descubrió a un torero hecho, hondo, con muchos recursos, vertical. Tanto toreó Alberto Durán que el novillo de Román Lucero se pasó y después hizo todo lo posible para esquivar la muerte. La espada fue un martirio, para el astado y también para Durán.
El ámbito rural vive más pegado a la realidad que el urbano. La labranza de la tierra, la cría de ganado (manso) pone a cada cual a la altura del horizonte, que solo los árboles hacen méritos para estar por encima. Eso lo sabe bien Alberto, por cuna y porque vive del oficio de sus padres, el más digno del mundo, dicen que decía Cicerón, «pues que alguien se dé cuente de ello», apuntan los padres del toreador, que por ese apego a la tierra no tiene pelos en la lengua (el toreador, me refiero).
Aquí van unos ejemplos. Dice que nunca pagará por torear. «Alguna vez me lo han ofrecido, pero no estoy dispuesto a pasar por el aro, es indigno; no quiero que se aprovechen de mi». Más: «Sé que es muy difícil entrar en el circuito taurino, que lo que se lleva es el cambio de cromos y el mío, todavía, no se cotiza; pero también sé que es posible triunfar sin padrinos y en esas estoy».
También hay agradecimientos. A quien ha hecho posible que el día 31 de julio esté en Las Ventas. No da nombres, pero a lo largo de la conversación salen los del periodista y crítico taurino de la SER Manolo Moles y el de su amigo Javier Gómez Pascual, también torero zamorano (de plata, aunque bien podría ser de diamante por su saber estar en el ruedo y fuera), que estará junto a él en Las Ventas.
Un aparte para Gustavo Martín, su exapoderado. «Le estoy agradecido por la etapa que pasamos juntos, pero en la vida hay que tomar decisiones y yo la he tomado. El tiempo dirá si me he equivocado o no». En los últimos días, por cierto, le llueven los aspirantes para prohijarle.
¿Y hasta el 31 de julio qué va a hacer? Entrenar, torear, matar novillos, soñar, empaparse de las obligaciones de un director de lidia, función que tendrá que asumir en la novillada de Madrid porque encabeza el cartel. «Es una responsabilidad añadida y no pequeña, porque soy consciente de que en Las Ventas hay que estar en torero desde antes de pisar el albero».