Relaciones en el teso de La Encina
Ocho quintos protagonizan la tradicional carrera del gallo en Villamor de los Escuderos y recitan sus cuitas y pifias ante el ave en un día espléndido
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Numerosas personas acuden a la tradicional «carrera».
Foto Emilio Fraile
MULTIMEDIA
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I. G.
Ocho quintos, comandados por Álvaro Andrés Delgado que actuaba como mayordomo, protagonizaron ayer la «carrera del gallo» en Villamor de los Escuderos, una de las localidades donde se mantiene esta arraigada tradición que representa la plenitud de la mocedad. Lo que era una fiesta común a todos los pueblos, a día de hoy la conservan únicamente algunos y muy especialmente en la comarca de La Guareña, aunque la falta de mozos impide algunos años renovar la tradición.
No ha sido el caso de Villamor de los Escuderos, donde este año ocho mozos (cinco chicos y tres chicas) han renovado el ritual gracias en buena parte al empeño de Álvaro Andrés, el único de todos que reside en el pueblo, quien ha conseguido reunir a otros quintos vinculados a la localidad para celebrar una vistosa y aclamada «carrera del gallo».
En un día de sol espléndido, aunque muy frío, los jinetes se presentaron ante el gallo muerto a lomos de los caballos poniendo todo el esmero del mundo para firmar una buena actuación, aunque a alguno de los mozos el equino le jugó una mala pasada y tuvo que montar a otro. Abrió el ceremonial Álvaro Andrés contando cuitas e incidencias relativas a la vida del pueblo y de sus familias o vecinos. Después fue el turno de los otros siete jóvenes: Dani Juanes, Sergio Velasco, Esther Durán, Mercedes Diego, Atenea Camarzana, Daniel de la Rocha y Diego Rodríguez.
Las mozas y mozos arrancaron las risas del público con sus pifias y experiencias vividas en el pueblo. El recitado de las coplas es el momento culminante de esta tradición que se celebra en torno a la fiesta de San Antón -antes se hacía coincidir con el 17 de enero pero después se trasladó al fin de semana con el fin de reunir al mayor número posible de público-. Algunos de su propia cosecha y otros ayudados por familiares o amigos, los protagonistas mostraron sus experiencias con padres, amigos, abuelos, parejas, estudios... Un retrato de sus vidas, infancia y mocedad, y la de un pueblo al que, de un modo u otro, están ligados.
El teso de la encina recuperó así la vida con una tradición que sitúa a la quintada ante su momento estelar. En realidad la fiesta había comenzado el viernes por la noche con una chocolatada para todo el pueblo y la tradicional hoguera.
Ayer por la mañana tuvo lugar la misa en honor a San Antón seguida de la procesión. El acto religioso también tiene como protagonistas a los quintos, que acudieron ataviados ellos con la capa española (el mayordomo portando la vara) y ellas con los trajes regionales.
Tras la comida con las familias, a las tres de la tarde se preparaban para el gran momento de la «carrera del gallo», añorado por los jóvenes desde la niñez. El día acompañó el acto con un sol espléndido. Y la jornada concluyó con un baile que se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Terminaba así la gran fiesta de loa juventud, que en Villamor muy probablemente no se celebre hasta dentro de tres años, cuando entren los próximos quintos.
Ocho quintos protagonizan la tradicional carrera del gallo en Villamor de los Escuderos y recitan sus cuitas y pifias ante el ave en un día espléndido
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I. G.
Ocho quintos, comandados por Álvaro Andrés Delgado que actuaba como mayordomo, protagonizaron ayer la «carrera del gallo» en Villamor de los Escuderos, una de las localidades donde se mantiene esta arraigada tradición que representa la plenitud de la mocedad. Lo que era una fiesta común a todos los pueblos, a día de hoy la conservan únicamente algunos y muy especialmente en la comarca de La Guareña, aunque la falta de mozos impide algunos años renovar la tradición.
No ha sido el caso de Villamor de los Escuderos, donde este año ocho mozos (cinco chicos y tres chicas) han renovado el ritual gracias en buena parte al empeño de Álvaro Andrés, el único de todos que reside en el pueblo, quien ha conseguido reunir a otros quintos vinculados a la localidad para celebrar una vistosa y aclamada «carrera del gallo».
En un día de sol espléndido, aunque muy frío, los jinetes se presentaron ante el gallo muerto a lomos de los caballos poniendo todo el esmero del mundo para firmar una buena actuación, aunque a alguno de los mozos el equino le jugó una mala pasada y tuvo que montar a otro. Abrió el ceremonial Álvaro Andrés contando cuitas e incidencias relativas a la vida del pueblo y de sus familias o vecinos. Después fue el turno de los otros siete jóvenes: Dani Juanes, Sergio Velasco, Esther Durán, Mercedes Diego, Atenea Camarzana, Daniel de la Rocha y Diego Rodríguez.
Las mozas y mozos arrancaron las risas del público con sus pifias y experiencias vividas en el pueblo. El recitado de las coplas es el momento culminante de esta tradición que se celebra en torno a la fiesta de San Antón -antes se hacía coincidir con el 17 de enero pero después se trasladó al fin de semana con el fin de reunir al mayor número posible de público-. Algunos de su propia cosecha y otros ayudados por familiares o amigos, los protagonistas mostraron sus experiencias con padres, amigos, abuelos, parejas, estudios... Un retrato de sus vidas, infancia y mocedad, y la de un pueblo al que, de un modo u otro, están ligados.
El teso de la encina recuperó así la vida con una tradición que sitúa a la quintada ante su momento estelar. En realidad la fiesta había comenzado el viernes por la noche con una chocolatada para todo el pueblo y la tradicional hoguera.
Ayer por la mañana tuvo lugar la misa en honor a San Antón seguida de la procesión. El acto religioso también tiene como protagonistas a los quintos, que acudieron ataviados ellos con la capa española (el mayordomo portando la vara) y ellas con los trajes regionales.
Tras la comida con las familias, a las tres de la tarde se preparaban para el gran momento de la «carrera del gallo», añorado por los jóvenes desde la niñez. El día acompañó el acto con un sol espléndido. Y la jornada concluyó con un baile que se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Terminaba así la gran fiesta de loa juventud, que en Villamor muy probablemente no se celebre hasta dentro de tres años, cuando entren los próximos quintos.