A. GARCÍA Domingo Herrero Santos, de 86 años de edad y natural de Villar del Buey, tiene grabada a fuego en la memoria una tragedia que, de milagro, esquivó para contarla. No recuerda la fecha, pero sí el conmovedor suceso ocurrido durante la construcción de la presa de Almendra, que fue todo un hito de la ingeniería en la década de 1960-70. Y es que toda una cuadrilla de diez personas de la que formaba parte falleció de golpe, sepultada «por un liso» de granito que cayó sobre los trabajadores. Únicamente se salvaron de la catástrofe el propio Domingo y el capataz. «Se me encogió el estómago. ¡Me cago en diez! Pasé dos o tres días sin poder comer nada» expresa al recordar semejante vivencia.
Domingo Herrero cumplía «como aguador» de la cuadrilla de trabajadores en una presa calificada por los obreros «como la más importante del mundo», y que en realidad fue en su tiempo la mayor de Europa. De hecho, por el volumen de agua acumulado, ¡tres millones de metros cúbicos! dio origen al llamado Mar de Castilla.
La misión de Herrero, de pequeña estatura pero muy movido, consistía en tener siempre bien atendida «la barrila del agua» para que la cuadrilla no sufriera sed alguna durante el duro trabajo. La llenaba en una fuente que manaba en pleno campo, en las cercanías de la obra, «al otro lado del cerro».
El funesto suceso ocurrió para mayor sorpresa de todos fuera del tajo, en el momento en el que los infortunados barrenistas tomaban el apetecido bocadillo «de las diez de la mañana» al acomodo de una vertiente del arribanzo del río Tormes.
«Les parecía que allí se refugiaban y les cayó un liso. Les aplastó a todos, pillándoles con el bocadillo y la navaja en la mano. Quedaron todos hechos polvo. Era mucha la carne que había allí, expresa Domingo Herrero, que encontró a sus compañeros aplastados bajo el peñascón cuando regresó con la barrila de agua.
También salvó el capataz del grupo, pero de puro milagro «porque el liso le desplazó varios metros del sitio que ocupaba».
La tragedia, cuenta Domingo, «no frenó las obras de la presa», que siguieron su curso. Apunta este ex obrero de Almendra que al lugar «fue desplazada una máquina para desenvolver y quitar la roca, y todos los cuerpos de las víctimas fueron depositados en un camión». «Los fallecidos eran todos salmantinos», al decir del superviviente.
Domingo Herrero cumplía «como aguador» de la cuadrilla de trabajadores en una presa calificada por los obreros «como la más importante del mundo», y que en realidad fue en su tiempo la mayor de Europa. De hecho, por el volumen de agua acumulado, ¡tres millones de metros cúbicos! dio origen al llamado Mar de Castilla.
La misión de Herrero, de pequeña estatura pero muy movido, consistía en tener siempre bien atendida «la barrila del agua» para que la cuadrilla no sufriera sed alguna durante el duro trabajo. La llenaba en una fuente que manaba en pleno campo, en las cercanías de la obra, «al otro lado del cerro».
El funesto suceso ocurrió para mayor sorpresa de todos fuera del tajo, en el momento en el que los infortunados barrenistas tomaban el apetecido bocadillo «de las diez de la mañana» al acomodo de una vertiente del arribanzo del río Tormes.
«Les parecía que allí se refugiaban y les cayó un liso. Les aplastó a todos, pillándoles con el bocadillo y la navaja en la mano. Quedaron todos hechos polvo. Era mucha la carne que había allí, expresa Domingo Herrero, que encontró a sus compañeros aplastados bajo el peñascón cuando regresó con la barrila de agua.
También salvó el capataz del grupo, pero de puro milagro «porque el liso le desplazó varios metros del sitio que ocupaba».
La tragedia, cuenta Domingo, «no frenó las obras de la presa», que siguieron su curso. Apunta este ex obrero de Almendra que al lugar «fue desplazada una máquina para desenvolver y quitar la roca, y todos los cuerpos de las víctimas fueron depositados en un camión». «Los fallecidos eran todos salmantinos», al decir del superviviente.