Llevamos 62 años casados y para ser felices el amor y el respeto son imprescindibles»
«Para saber lo que son las guerras hay que vivirlas, en Moldones se llegó a racionar hasta el agua»
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CHANY SEBASTIÁN José Domínguez Domínguez nació el día 19 de marzo de 1924 y María Pérez Domínguez el 2 de julio de 1922, con 87 y 89 años son los abuelos de Moldones. Sorprende su clarividencia y su sentido común en tiempos de confusión.
-El tiempo y la edad parece que no pasan por ustedes dos: ¿Cómo están de salud?
(José Domínguez) - Si te digo que bien te engaño, que los años son los años y de sus achaques no hay quien nos libre, verdad; si te digo que mal, también, porque dirás, tomando el sol, lo contento que estoy y lo hablador que soy. Vamos tirando, que decimos los alistanos, que no es poco. Y que no cambie la cosa, que los cambios casi siempre suelen ser para peor.
-Malos tiempos para nacer y peores aún para sobrevivir. Las guerras nunca fueron buenas.
(J. D.) -Se dice muy fácil, pero hay que vivirlas. Son peor que la enfermedad. Aún éramos dos niños cuando empezaron a resolver las diferencias a tiro limpio. Mal asunto ese. En el frente hubo muchas muertes y aquí mucha miseria y mucha hambre. Éramos muchos y había poco, casi ni para comer. Hemos rezado mucho para que aquello no vuelva a España.
- ¿Cuándo y dónde le tocó a usted hacer el servicio militar?
(J. D.)-En 1945. No fui, me llevaron, a ver qué remedio, en 1941, con 21 años. Primero a La Coruña. Nunca olvidaré mis tardes de soledad junto a la Torre de Hércules, con la mirada alegre por las vistas del mar, con el alma y el corazón tristes, añorando y recordando a Moldones y a Aliste. Coincidió cuando en Francia los republicanos españoles nombraron su Gobierno en el exilio. Franco tenía mucho miedo y nos acercaron al País Vasco, hasta la frontera, por si teníamos que actuar, eso nos dijeron. Yo estuve sólo, un año y otros cinco.
-De regreso al pueblo el trabajo y, por qué no, el amor.
(J. D.) -Más o menos así fue. María y yo somos primos, estuvimos de novios y nos casamos el día 4 de junio de 1949, pronto se cumplirán sesenta y dos años y aquí estamos como el primer día. Ha sido un largo camino donde ha habido de todo: alegrías y tristezas, pero gracias a Dios hemos tenido suerte y hemos aguantado.
-Hoy muchos se casan y no aguantan juntos ni la luna de miel. ¿Cuál es su secreto?
(María Pérez) -De solteros teníamos que trabajar para vivir y de casados vivíamos para trabajar. Antes no había ni luna de miel, al día siguiente de la boda a segar la hierba y la cebada. El mismo día de la boda tuvimos que echarle de comer a las vacas antes de ir a la iglesia. ¿Discutir? Pues claro que discutimos y aquí estamos tan felices como el primer día. Las discusiones son hasta buenas si se hacen con respeto, no pegarse como hacen ahora. La verdad que nos llevamos muy bien: no nos quejamos.
-Usted fue el campanero de Moldones durante muchos años. Para cada cosa había su toque.
(J. D.)-Había que saber y ser una persona muy seria. Yo, bueno, las hacía hablar. Cuando había una tormenta tenía que salir corriendo como una bala a tocarlas para detener los truenos, los relámpagos, agua y granizo: «Detente nublao, no mates a la gente, ni mates al ganao». Cuando venían las tormentas de Portugal parecía que se avecinaba el fin del mundo.
- ¿El toque era efectivo o no hacía nada ante la tempestad?
(J. D.) -Sí hombre. Hay que tener fe para sobrevivir. El 60% de las veces la tormenta se iba. Yo mientras repicaba pensaba en qué era lo que las detenía, si la fe o el sonido del bronce que deshacía los átomos de las nubes. Las tormentas de verano hacían barrabasadas, podían en una hora dejar a un pueblo sin un sustento y futuro: a las familias arruinadas. Si no se escogía grano no había para comer ni para sembrar en la sementera.
«Para saber lo que son las guerras hay que vivirlas, en Moldones se llegó a racionar hasta el agua»
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CHANY SEBASTIÁN José Domínguez Domínguez nació el día 19 de marzo de 1924 y María Pérez Domínguez el 2 de julio de 1922, con 87 y 89 años son los abuelos de Moldones. Sorprende su clarividencia y su sentido común en tiempos de confusión.
-El tiempo y la edad parece que no pasan por ustedes dos: ¿Cómo están de salud?
(José Domínguez) - Si te digo que bien te engaño, que los años son los años y de sus achaques no hay quien nos libre, verdad; si te digo que mal, también, porque dirás, tomando el sol, lo contento que estoy y lo hablador que soy. Vamos tirando, que decimos los alistanos, que no es poco. Y que no cambie la cosa, que los cambios casi siempre suelen ser para peor.
-Malos tiempos para nacer y peores aún para sobrevivir. Las guerras nunca fueron buenas.
(J. D.) -Se dice muy fácil, pero hay que vivirlas. Son peor que la enfermedad. Aún éramos dos niños cuando empezaron a resolver las diferencias a tiro limpio. Mal asunto ese. En el frente hubo muchas muertes y aquí mucha miseria y mucha hambre. Éramos muchos y había poco, casi ni para comer. Hemos rezado mucho para que aquello no vuelva a España.
- ¿Cuándo y dónde le tocó a usted hacer el servicio militar?
(J. D.)-En 1945. No fui, me llevaron, a ver qué remedio, en 1941, con 21 años. Primero a La Coruña. Nunca olvidaré mis tardes de soledad junto a la Torre de Hércules, con la mirada alegre por las vistas del mar, con el alma y el corazón tristes, añorando y recordando a Moldones y a Aliste. Coincidió cuando en Francia los republicanos españoles nombraron su Gobierno en el exilio. Franco tenía mucho miedo y nos acercaron al País Vasco, hasta la frontera, por si teníamos que actuar, eso nos dijeron. Yo estuve sólo, un año y otros cinco.
-De regreso al pueblo el trabajo y, por qué no, el amor.
(J. D.) -Más o menos así fue. María y yo somos primos, estuvimos de novios y nos casamos el día 4 de junio de 1949, pronto se cumplirán sesenta y dos años y aquí estamos como el primer día. Ha sido un largo camino donde ha habido de todo: alegrías y tristezas, pero gracias a Dios hemos tenido suerte y hemos aguantado.
-Hoy muchos se casan y no aguantan juntos ni la luna de miel. ¿Cuál es su secreto?
(María Pérez) -De solteros teníamos que trabajar para vivir y de casados vivíamos para trabajar. Antes no había ni luna de miel, al día siguiente de la boda a segar la hierba y la cebada. El mismo día de la boda tuvimos que echarle de comer a las vacas antes de ir a la iglesia. ¿Discutir? Pues claro que discutimos y aquí estamos tan felices como el primer día. Las discusiones son hasta buenas si se hacen con respeto, no pegarse como hacen ahora. La verdad que nos llevamos muy bien: no nos quejamos.
-Usted fue el campanero de Moldones durante muchos años. Para cada cosa había su toque.
(J. D.)-Había que saber y ser una persona muy seria. Yo, bueno, las hacía hablar. Cuando había una tormenta tenía que salir corriendo como una bala a tocarlas para detener los truenos, los relámpagos, agua y granizo: «Detente nublao, no mates a la gente, ni mates al ganao». Cuando venían las tormentas de Portugal parecía que se avecinaba el fin del mundo.
- ¿El toque era efectivo o no hacía nada ante la tempestad?
(J. D.) -Sí hombre. Hay que tener fe para sobrevivir. El 60% de las veces la tormenta se iba. Yo mientras repicaba pensaba en qué era lo que las detenía, si la fe o el sonido del bronce que deshacía los átomos de las nubes. Las tormentas de verano hacían barrabasadas, podían en una hora dejar a un pueblo sin un sustento y futuro: a las familias arruinadas. Si no se escogía grano no había para comer ni para sembrar en la sementera.