Pasión y cojones
que no nos falte de na
abrazos, libros a montones
vino o cava, lo mismo me da.
Buen narrador el Reverte,
he leído casi todo
aunque soy anti bestseller,
pues me parece de modorros.
¡No me cuentes el final!
por si cayera en mi manos,
pues tal sería una afrenta
que resolver a cañonazos.
Y no soy gaditana
ni peino tirabuzones
no valgo para heroína
ni tengo “cuatro reñones”.
Yo acabo de salir
de las guerras de Macondo
y de una historia de Azorín,
leo ahora, a Publio Ovidio Nasón.
¡Que las musas no te abandonen!
que no nos falte de na
abrazos, libros a montones
vino o cava, lo mismo me da.
Buen narrador el Reverte,
he leído casi todo
aunque soy anti bestseller,
pues me parece de modorros.
¡No me cuentes el final!
por si cayera en mi manos,
pues tal sería una afrenta
que resolver a cañonazos.
Y no soy gaditana
ni peino tirabuzones
no valgo para heroína
ni tengo “cuatro reñones”.
Yo acabo de salir
de las guerras de Macondo
y de una historia de Azorín,
leo ahora, a Publio Ovidio Nasón.
¡Que las musas no te abandonen!
Si te lo cuento todo
soy capaz de reventar
como reventó el ciquitraque,
que dicho de paso sea,
animal o cosa es
que nunca me presentaron
pero, que debe ser
algo así como fue,
el lagarto de Jaén.
No obstante,
creo que fui parco
pues, si Cádiz era
fondeadero natural
cuando lo del trajín
entre Spaña y las Americas,
lo normal era que hubiera
bergantines y goletas
con su velas al pairo en puerto
o henchidas para navegar
Navíos navegando en corso,
lobos de mares bravíos,
armadores, comerciantes
y comerciantas intrépidas,
corruptos investigadores,
contrabandistas y expías
y algún que otro anacoreta
vagando por las salinas.
Cercando por tierra y mar,
nada menos que el gabacho
con su artillería infernal,
uniformados con hombreras
llenas de dorados galones
y en medio de to aquél fregao,
los de Cái, y otros allí refugiaos
llevando sobre sus lomos
sus cien años de soledad
o quizás cien y un buen día
como Pepe Arcadio, el de Macondo.
Más tarde ya,
levantó el vuelo un azor
seguido de un Azorín
que cuando se hizo mayor
por los campos de Castilla
con su aguda vista auscultó.
Pero para que tú veas,
más de dos mil años ya
y no hay nada tan vigente
como es el arte de amar.
Salud.
soy capaz de reventar
como reventó el ciquitraque,
que dicho de paso sea,
animal o cosa es
que nunca me presentaron
pero, que debe ser
algo así como fue,
el lagarto de Jaén.
No obstante,
creo que fui parco
pues, si Cádiz era
fondeadero natural
cuando lo del trajín
entre Spaña y las Americas,
lo normal era que hubiera
bergantines y goletas
con su velas al pairo en puerto
o henchidas para navegar
Navíos navegando en corso,
lobos de mares bravíos,
armadores, comerciantes
y comerciantas intrépidas,
corruptos investigadores,
contrabandistas y expías
y algún que otro anacoreta
vagando por las salinas.
Cercando por tierra y mar,
nada menos que el gabacho
con su artillería infernal,
uniformados con hombreras
llenas de dorados galones
y en medio de to aquél fregao,
los de Cái, y otros allí refugiaos
llevando sobre sus lomos
sus cien años de soledad
o quizás cien y un buen día
como Pepe Arcadio, el de Macondo.
Más tarde ya,
levantó el vuelo un azor
seguido de un Azorín
que cuando se hizo mayor
por los campos de Castilla
con su aguda vista auscultó.
Pero para que tú veas,
más de dos mil años ya
y no hay nada tan vigente
como es el arte de amar.
Salud.