Y es que:
Como tantas ramas no me dejan ver el bosque
entero, en esta etapa que ahora estoy corriendo,
a veces me entran ganas de iniciar un demarraje
y separarme del pelotón aunque sea un momento
y si aguanto, coronar el puerto por delante.
Soltar lastre, deshacerme de las rémoras y anclas
que me atan, apretando igual que aprieta el dogal
al prisionero que llevan camino del cadalso
y al que no hacen caso, ni los hunos ni los bárbaros,
ni cristianos romanos irlandeses ni los mahometanos.
Ya coronado, dejarme caer por la pendiente
a tumba abierta sin sujetar los frenos con mis manos
en pos del valle fértil donde tú, mocita, moras
sin cadenas sumergiendo tus encantos
en las aguas cristalinas de esos lagos.
De esos lagos que patricios de testa calva
o hirsuta pero amueblada de retórica barataria
y enterrados hasta su ancha cintura en barro,
me presentan como ciénagas podridas
donde acechan, terroríficos daños a mi alma.
Pero luego, recapacitando despacio
creo que, en vez de deslizarme por la pendiente
quizá sea mejor llegar hasta la cima
y desde arriba, otear el horizonte que hierve
atascado en sus ínfulas insulsas y fervientes.
O, mejor, aletargarme tumbado en mi piltra
panza arriba, cerrar ojos, nariz y oídos
a la espera, de que pase este tsunami
y luego, cuando las aguas sucias y el hedor
que todo invade se disipe, desperezarme.
Salud.
Como tantas ramas no me dejan ver el bosque
entero, en esta etapa que ahora estoy corriendo,
a veces me entran ganas de iniciar un demarraje
y separarme del pelotón aunque sea un momento
y si aguanto, coronar el puerto por delante.
Soltar lastre, deshacerme de las rémoras y anclas
que me atan, apretando igual que aprieta el dogal
al prisionero que llevan camino del cadalso
y al que no hacen caso, ni los hunos ni los bárbaros,
ni cristianos romanos irlandeses ni los mahometanos.
Ya coronado, dejarme caer por la pendiente
a tumba abierta sin sujetar los frenos con mis manos
en pos del valle fértil donde tú, mocita, moras
sin cadenas sumergiendo tus encantos
en las aguas cristalinas de esos lagos.
De esos lagos que patricios de testa calva
o hirsuta pero amueblada de retórica barataria
y enterrados hasta su ancha cintura en barro,
me presentan como ciénagas podridas
donde acechan, terroríficos daños a mi alma.
Pero luego, recapacitando despacio
creo que, en vez de deslizarme por la pendiente
quizá sea mejor llegar hasta la cima
y desde arriba, otear el horizonte que hierve
atascado en sus ínfulas insulsas y fervientes.
O, mejor, aletargarme tumbado en mi piltra
panza arriba, cerrar ojos, nariz y oídos
a la espera, de que pase este tsunami
y luego, cuando las aguas sucias y el hedor
que todo invade se disipe, desperezarme.
Salud.
