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BARCELONA: Decía D. Miguel a su fiel escudero Sancho: <<Si acaso...

Decía D. Miguel a su fiel escudero Sancho: <<Si acaso doblas la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia>>, cuando lo nombró gobernador de la ínsula Barataria.

Viene a cuento de esa sentencia emitida por un tribunal valenciano que tras dejar sentando, que sus pesquisas racionales iban encaminadas hacia la búsqueda de la verdad, reconoce indicios suficientes para sostener que los imputados recibieron regularmente regalos obsequiados por empresas en trato frecuente con las administraciones a su cargo y, certifica en un voto particular que afirma la posibilidad de un posible delito y niega que haya causalidad entre obsequios y concesiones.

Para algo están los amigos, o manda güevos, como diría el señor Trillo, amigo del juez presidente y de los señores beneficiados porque, ¿quién no ha regalado nunca un jamoncito bien curado aún corriendo el riesgo de que, el receptor de tan jugosa y nutritiva dádiva preguntara si el cerdo del que procedía caminaba apoyado en una prótesis en sus cuartos traseros?

Oh, los amiguitos del alma, oh, aquello de yo pago mis trajes, no como los señoritos antiguos que se los hacían como estaba mandado, en los madriles, a medida y pagando otros.

Así, que la cosa está clara, más que eso diáfana pues, queda sentado que la esposa, compañera o mujer del César, no tiene por qué ser honrada, ni siquiera parecerlo, sólo que no debe dejar que cojan en el renuncio y, ni más ni menos, quien investiga, es un inquisidor (fíjate, los inquisidores de siempre dicen) y quienes reciben, honorabilísimos españoles de una pieza que revisten sus valiosas carnes con holandas de a seis mil euros la pieza o que orlan su linda figura con lindos bolsos hechos por modistos de gran renombre.

Y es que el regalo, es sólo eso, una muestra de amistad, de cariño. Las abuelas y abuelos hacen costosos regalos a sus nietos para satisfacer sus deseos y que estos los quieran más, aún a costa de la rabieta de la madre, que no ve con buenos ojos esa compra de cariño. ¿He dicho compra? Cada día estoy más atonlondrado, el que regala unas esmeraldas, un objeto de oro con brillantes engarzados, uno o varios pata negra, no compra nada ni espera recibir nada, lo hace por altruismo, por amor, no en agradecimiento de nada. Otra cosa es que quien recibe semejante ofrenda premie con algunos detallitos esas altas formas de aprecio. Pero poca cosa, nada, alguna concesión de obras u otra gabela. Total.. si hay que hacerlas, mejor que las hagan mis generosos amigos y amigas pues, a fin de cuentas todos somos prisioneros del tres o el veinte por cien y, como yo no pago....
Salud.