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Una de las anécdotas más entrañables de CHARLIE RIVEL, CUBELLES

Un buen amigo suyo, el payaso Grock le convenció para volver a los escenarios, sucedía el 1 de Septiembre de 1952 en Munich. Mientras estaba actuando en Finlandia recibe la propuesta de actuar en Barcelona. Mientras viaja hacia Barcelona, le viene a su recuerdo la ciudad que le vio nacer y que todavía no conocía, Cubelles. Haciéndose acompañar por amigos, fotógrafos y periodistas acude a su ciudad natal. El recibimiento es apoteósico. Él, grácias a ese recibimiento, promete vivir en Cubelles, como agradecimiento. Allí actúa en 1963 y pone su nombre a una calle. Charli Rivel está considerado por los críticos como una de las personalidades más acusadas del mundo del circo, en la especialidad de clown donde recibe la Medalla de Oro de la Academia de Bellas Artes, la Medalla de Isabel la Católica y la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo. En 1976 es nombrado hijo predilecto de Cubelles. Una de las anécdotas más entrañables que se le recuerda es la de cuando entró en la pista del circo y aún no había empezado su actuación cuando un niño empezó a llorar desesperadamente, ya que probablemente era la primera vez que veía a un payaso. Charlie no podía empezar su actuación pues el público estaba más pendiente del inconveniente llanto del niño que del payaso. Charlie se acercó cautamente hacia el niño para hacerle una caricia e intentar calmarlo, pero el efecto fue el contrario y el niño empezó a llorar aún con más fuerza entre las risas medio divertidas medio enternecidas del público adulto. Rivel, profundamente conocedor de la psicología infantil, se retiró hacia el centro de la pista y empezó también a llorar, desconsoladamente, solidariamente. Con eso bastó. El niño se calló en el acto, con unos ojos abiertos como naranjas por la sorpresa de haber descubierto que aquel ser rojo y amenazador se sabía expresar también con su mismo lenguaje tan transparente y directo: el llanto. Y Rivel continuó llorando…
Cuando, todavía lloroso, se volvió a acercar hacia el niño, ya totalmente calmado y mirándolo electrizado, la criatura se sacó el chupete de la boca y se lo dio a Charlie, en un acto de solidaridad primigenia. El llanto de Rivel se agotó y el público arrancó en aplausos. El payaso aceptó el ofrecimiento del niño y, hoy, aquel chupete histórico se conserva entre las vitrinas del Museo Charlie Rivel de Cubelles. Falleció en Sant Pere de Ribes el 26 de julio de 1983. Desde entonces en Cornellà se celebra desde 1984 (con caracter bi-anual) un Festival de Payasos en su memoria. Una nueva estatua es inaugurada en Cubelles en su honor el 27 de julio de 1998, al payaso más universal, Charlie Rivel..