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TIANA: Capitulo Segundo. 1892 – el Ferrol....

Capitulo Segundo. 1892 – el Ferrol.
Son las 12 horas del día 3 de diciembre, en el reloj del comedor de una modesta casa de la calle María, cuando nace en aquel rincón de España un niño al que bautizan con los nombres de Francisco, Paulino Hermenegildo Teódulo. Nadie se enteró en Alconchel, ni en el resto de España. Y, sin embargo, con el tiempo, aquel nacimiento influiría muy poderosamente en el pacífico curso de las vidas de los españoles. También, y con un resultado catastrófico torció para siempre las vidas oscuras de los “Panduros” y de los “Pequeños”
¿Quizá llovía en el Ferrol? Se puede decir que sí llovía. Hubiera sido lo mismo si hubieran caído rayos y centellas. El padre de la criatura, no esta en casa. Solía regresar más tarde. Posiblemente estaría celebrando la llegada al mundo de aquel hijo, con sus amigotes en francachela. A Don Nicolás Franco Salgado le importaba un bledo aquel nacimiento, como le importaba poco la opinión que de él tuviera Doña María del Pilar Bahamonde y Pardo de Andrade, con la que se desposó simplemente por su posición social.
Cuando malgastó la poca dote que su mujer le aportó, volvió a sus antiguos hábitos de soltero no apareciendo por la Calle María que en raras ocasiones, y únicamente para humillar y despreciar aún más a aquella mujer de clase media provinciana. Y de paso aumentar la familia.
El nombre completo de aquel neonato era Francisco Franco Bahamonde.
II. – Los Pequeños. Juana y Domingo
Suenan las campanas en la iglesia Mayor de Nuestra Señora de los Remedios de Alconchel, llamando a los fieles a misa. Es domingo, un domingo cualquiera de marzo; el sol, se asoma complaciente en el azulado cielo, encima del castillo de Miraflores. Acaricia ya tibia la brisa que sube del llano de “Las Eras” y hace revolotear graciosa, la blanca mantilla de la devota Juana Sánchez, que sube por la calle Mesones, camino de la iglesia. La calle Mesones, es paralela a la calle Nueva, donde vive Domingo, se diferencia de las otras calles del pueblo, por su empedrado de color rojiblanco, que denota un interés por aparentar más rango. En ella hay varias casas con blasones, algunas rejas en las ventanas, se adornan con motivos: Escudos, armas. Pendones. Los huertos se comunican por la parte trasera, y en el huerto de la casa de los padres de Domingo. Está éste, apostado atento a los ruidos que le llegan de la casa de Juana: Cuando la oye salir, él se va al pretil del pozo, se moja su rizado pelo, se peina y sale diciéndole a Doña Josefa:
 Con Dios madre: Me voy a misa.
 Muy devotito te has puesto tú, de un tiempo a esta parte. ¿No?
 Es que me junto allí con los amigos. Ya sabe Usted. A jugar a las herraduras...
 ¿Y no entras en la iglesia?
 Bueno. Entraré un momento, después del sermón... Ya sabe Vd. Lo cargante que se pone Don Jesús en los sermones...
 ¡Ya! Y de paso, si ves por allí dentro a nuestra vecinita, a Juanita la de los Sánchez, la saludas de mi parte.
 Como mande Vd. Madre. - Domingo subía ya por la cuesta, cuando oye susurrar a Doña Josefa,
“Lo que deberías hacer ya, hijo, es ir a hablar con el padre de esa muchacha...”
De pronto se le terminó la prisa a Domíngo. Cuando llegó a la esquina de la calle Nueva, donde se cruza con la del Ayuntamiento viejo y correos, la calle Quiebra, vio pasar a Juana, y bien notó que lo espiaba por encima del hombro; si quería alcanzarla tendría que correr unos pasos... Va pensando:
“¬ ¡Ya me metió el cenizo mi madre!” “ ¡Uy!” “ ¿Ir a ver al Señor Francisco?... “ ¿Decirle que pretendo a su hija? ¡Fú! ¡Caray! ¡Que me pongo a sudar con sólo pensarlo!
En la plazoleta de la iglesia, que está por debajo de la puerta principal, la que se abre el día de la resurrección, por dónde los muchachos entran con los cencerros, corriendo, armando “estropicio”, allí se fue Domíngo, penoso de no haber sido capaz de acercarse a la moza. Un corrillo de gañanes discute las condiciones de la partida de herraduras, en el repecho que hace remanso el riachuelo que viene del manantío del castillo, habían puesto unas estacas para hacer diana con las vilordas y detrás de las estacas, cada jugador ponía unas “chicas” que el que plantaba en ella su vilorda recogía como premio. En el “poyete” se amontonan las “Chambras” que usan los mozos para los días de fiesta: Consisten en unas blusas rayadas, con cuello de encajes bordados que por moda bastante curiosa ellos volvían hacia el interior, sin del todo esconderlos. El nuevo presbítero don Jesús, no soporta aquellos juegos de los domingos, allí delante de su iglesia; Frecuentemente se queja a don Miguel, el alcalde que trata de calmarlo:
¬ ¿Qué le vamos a hacer, don Jesús? Son cosas de los mozos: Todos lo hemos hecho de Muchachos.
 Eso no es razón para que esos mostrencos no oigan la Santa Misa...
 Sí que la oyen. Por lo menos entran en el momento de la consagración ¿No?
... Ni para que se jueguen las “perras” y armen ese jaleo mientras que mis buenas devotas intentan seguir el curso de la Santísima Misa...
 Que Vd. Dice en latín, y que todas ellas entienden como bien sabido es...
 Son esas burradas de costumbres de este pueblo que yo tengo que suprimir. ¡Cómo la de entrar por una puerta con las campanillas y los cencerros, berreando como energúmenos, y salir por la otra de estampida el sábado de gloria... ¡Jesús, María y José! Yo que he sido párroco en Badajoz, le puedo asegurar...