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TIANA: Al cabo, nos dejó allí plantadas, diciéndonos que por...

Al cabo, nos dejó allí plantadas, diciéndonos que por esta vez, daría el recado a Justo Hernández, pero que en el futuro, llamaran del internado antes de venir y que se les diría si podían distraer al chico de sus “Teológicos estudios” Al final se endulzó un poco al ver nuestro aire contrito... ¡Ahora vuelvo!
¬ ¡Ya estoy aquí! ¡Me llamó la maestra! Prosigo:
¬ “Bueno, bueno hijas mías.-Nos dijo - Pase por esta vez. Y cuando queráis os acercáis al torno y les pedís un refrigerio a las monjitas” “Ahora, dejaos guiar por Justo Hernández”.
Así dijo el Rector empujándonos hacia el patio. Mohíno, Justo, (Caramba qué nombre) inició la explicación de la visita:
“¬ Bien, señoritas” (No te puedes imaginar, la impresión que me causa oírle decir: “Señoritas” con esa suavidad, con esa dulzura de misionero Jesuita) “Este edificio, fue antiguamente un convento cartujano; Con el tiempo, los cartujos abandonaron estas alturas, y se recogieron en ese otro edificio que puede usted ver en la hondonada. En tiempos de esplendor, los dos edificios albergaban monjes. Luego, cuando los efectivos empezaron a disminuir, y la república confiscó parte de las tierras, vino la decadencia, vino el abandono de la pequeña cartuja, que los monjes empezaron a utilizar como depósito para los aperos de labranza
¬ De alguna manera “El Conrer” explica ese uso, ¿No?
“¬ Efectivamente: Así se dice en su lengua vernácula. Lástima de estos claustros, las dos capillas y el porche de hermosas arcadas hayan sufrido tanto con esta destinación: Si observa los pilares u el paso por lo que hoy es la entrada, verá la usura del suelo: Esos dos surcos son los hierros de las ruedas de los carros que los han grabado para siempre. Los ángulos desgastados y las señales a un metro cincuenta en las columnas de ladrillo, las hicieron los mangos de las azadas u otros instrumentos de labranza”
¬ Muy interesante le decía yo, Entre dos respiraciones del chico ese, sin quitar la vista de su cara.
“¬ Mas tarde fue habilitado en hospital, a raíz de una epidemia de fiebre amarilla o lepra, que no recuerdo ahora muy bien...” “ ¡Ah! El nombre de Conrería, le viene por lo que antes he dicho de depósito de labranza: En catalán ya le he dicho qué significa: No domino el catalán; pero usted ya lo sabía, ¿verdad?
Sin esperar respuesta, prosigue:
“Los sucesivos patios en terraza, fueron por aquel entonces, huertos labrados y sembrados. Ahora solo queda el huerto de las monjitas y algunos frutales que no se ven desde aquí. Por el otro lado, hacia el pozo que nos suministra de agua, también había terrazas cultivadas. Las viñas daban un buen vino, por lo que he oído comentar al padre portero de la Cartuja. Me decía que las viñas orientadas al sur, daban vino tinto de muchos grados, y las al Norte un blanco que les servía para la misa”
“Muy interesante, muy interesante...” Le canturreaba yo, cuando podía inmiscuirme en su verborrea:
“Después de haber sido hospital de apestados, permaneció largo tiempo al abandono. Los cartujos eran muy pocos y se contentaban con la producción de los huertos que tienen alrededor de la cartuja principal.”
“¬ Anteriormente, aquí arriba se quedaron los hermanos legos, y los sacerdotes cartujos bajaron al edificio de abajo incluso antes de estar terminado. Por aquellos tiempos, explotaban los bosques y las tierras de todo este latifundio. Cuando quedaron pocos, se contentaron con una pequeña porción alrededor de la nueva cartuja.
¬ Ehuu, ¿Y dime? ¿Podremos visitar la cartuja?
¬ No lo sé. No sé ni si os dejarán entrar. A lo mejor como sois niñas...
¬ ¿Qué somos? Lanza Carmen, irguiéndose para mostrar sus incipientes formas.
¬ Una mujer no podría entrar nunca.
¬ Pero unas niñas como de unos doce años...
¬ Pues tengo quince. Y tu hermana es mayor que tú. No hablaremos de Agusita ni de M. Rosa que sí son más pequeñas. Así que te parece a ti que soy una niña...
¬ ¡Ah! Pues mi hermana me dijo que ibas a cumplir los catorce, dentro de poco,.
¬ ¡D’unido! ¡Te has estado informando de mi edad y cuando cumplo los años!
¬ No vayas a figurarte otras cosas: Cuando vinisteis, mi hermana tú y las chicas, le pregunté quiénes erais, Sólo eso. ¿Qué se figuró mi hermana, que empezó a darle al molinillo tibetano? No me dijo los nombres de vuestros tatarabuelos porque llamaron a rosario y pude escaparme, a capilla.
¬ No le preguntarías, pero escuchaste, oíste y te quedaste con mi edad ¿Eh?
¬ Ad pedem litterae. ¡Carpe diem Carmina!
¬ Ya te dije que no entiendo las misas en latín.
¬ Pues yo te entiendo a ti muy bien y sé adónde quieres llevarme. ¿No te parece que vas a conseguir que Dios se llene de ira hacia ti? ¿Se trata de un juego sólo para ti? Quo usque tandem abutere patientia nostra
La verdad es que a Justo le esta incordiando bastante la conducta de Carmen. Se sentía atosigado, sus provocaciones le daban como pellizcos en el corazón. Sentía una extraña atracción por aquella muchachita atrevida que se había caído en la sopa boba del seminario. Pero no llegaba a entender cómo una muchacha tan joven, le echaba tal desfachatez comprometiéndolo allí en su propio terreno. Continuando, empero, con esta tarea que le han encomendado; le pide a Carmen:
¬ Señorita Subirats (ha vuelto al trato de usted) Le ruego que cese ese juego, y que me diga, que interrumpa mis explicaciones, cuando estas no le interesen. Ahora poco tocarán salida a recreo.
¿Qué prefieren? ¿Que bajemos a probar si nos abren en la cartuja? ¿Que visitemos las capillas? En la mayor hay armonium, si lo desean les puedo tocar un poquito. Lo poco que sé.
¬ ¿Y esa font del GAT de la que me habló? ¿Puede llevarnos?
¬ Como quieran, aunque veo que es usted la que lleva la voz cantante mientras que mi hermana y las otras dos, no dicen: esta boca es mía. Seguiré pues, en camino, contándoles la historia del Seminario:
¬ ¿Entonces? Por eso ¿Volvemos a tratarnos de usted?
¬ Sí. Me parece mejor y más correcto. Sigo con la visita guiada:
“No sé cómo se enteraron de que estos locales estaban desafectado desde tiempo, pero el obispado de Barcelona, solicita de los cartujos, poder instalar aquí su seminario menor, estrechamente enclavado en la calle Balmes, junto con el Seminario Mayor” “Creo que la razón primordial, fueron estos terrenos de juego y los pinos que rodean la Conrería.
Es promesa de vida sana, más sana claro que en aquellas clases del centro de la ciudad”. “Como fuere, una delegación de Barcelona, vino a ver a los cartujos, para comprar, alquilar o para recibir en regalo todo esto. Por lo que he oído, los cartujos no quisieron venderlo ni darlo, sino alquilarlo”
¬ ¡Chico! Parece un notario redactando un acta de venta.
¬ Pues espere, que ahora viene lo bonito de la historia: Entre ellos, estipularon un alquiler de 100 pesetas; alquiler simbólico, claro.
¬ ¿Cómo de simbólico?
¬ Simbólico como que todos los años el Rector envía a dos seminarista a la Cartuja con las cien pesetas del alquiler, y todos los años el padre Prior, le devuelve 99 y le manda un tarro de miel.
¬ Hermoso.
¬ ¿Verdad?
¬ Y esa imagen de la Virgen en la fachada. ¿Quién la puso? ¿Los cartujos?
¬ Es la patrona de Montealegre. La protectora de los futuros sacerdotes. La mandó poner el Señor Arzobispo. Parece que hizo un comentario:
¬ “Qué vista más alegre” “Hay que poner una imagen la virgen inmaculada” No tardó el Doctor Altés en encontrar esos mosaicos y poner a Nuestra Señora de Montalegre. Habrá observado que llevamos un fajín azul cuando nos ponemos la sotana. Fue cosa del obispo Modrego que nos puso bajo la protección de,
¬ La virgen esa de Monte Cristo. Ya.
¬ No, de Montealegre.
Al pasar delante de la imagen, - sigue escribiendo Carmen a su amiga - mi querido seminarista hizo un sino de cabeza, como para saludar, muy mono por cierto.
Corto: Tengo que ir a comer: Enseguida vuelvo y termino con esta interminable carta.
Llévasela a X. X.