Por tu simple comentario respecto a los conejitos tapados podría hacer toda un disertación cruel de qué clase de tipejo eres.Tú, aparte de proclamar a cuatro gritos el amoug hacia una aspaña polvorienta y que nadie quiere que vuelva, has aportado a este foro menos que el emperador vallisoletano hizo por la paz del mundo.Sobraditos como tú, que se niegan a escuchar a los jóvenes y que creen que el ideal de vida sólo corresponde cuanto cuatro falangistas y dos curas le han enseñado, los mando a los rastrojos, que es el sitio donde menos huelen y mejor se desenvuelven.Estáis acostumbrados al sí señor y eso, incoherente pobretón de derechas, se acabó hace más de treinta años.No me dueles nada.Eres como las moscas gordas y verdes:pesadas y desagradables pero tan fáciles de manejar, que me resultas productivo en mi terapia.
Si tuviérais más memoria que la compañera de Nemo, sabríais que el baloncesto de aquí me importa lo que el anaversal:NADA.Me fuí con la quinta de Los Angeles y no he vuelto a pisar una cancha jamás.Y tenistas catalanes, cuestión de conceptos, nuevamente.Excepto el furbo, donde sólo tengo unos colores y por tanto una pasión errónea, en los deportes individuales no miro banderas e igual me emociono con un sueco de pelo largo y raqueta de madera, con un navarro enorme en los Pirineos, un zamorano motero inventor del doce más o un soriano de mil quinientos en la barcelona olímpica o un menudo acróbata sobre un trampolín y que tras volar a fuerza de impulso aterriza con los pies clavados y la mirada al cielo.Admiro el deportista capaz de ponerme los pelos de punta por su arte y su sacrificio y lo adorna de una elegancia casi griega, sin esperar a emocionarme cuando se alzan las banderas.Esto último es la política del deporte y donde se quedan los simples como el amante de los conejitos tapados.
El Tamboriler del Bruch.
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Si tuviérais más memoria que la compañera de Nemo, sabríais que el baloncesto de aquí me importa lo que el anaversal:NADA.Me fuí con la quinta de Los Angeles y no he vuelto a pisar una cancha jamás.Y tenistas catalanes, cuestión de conceptos, nuevamente.Excepto el furbo, donde sólo tengo unos colores y por tanto una pasión errónea, en los deportes individuales no miro banderas e igual me emociono con un sueco de pelo largo y raqueta de madera, con un navarro enorme en los Pirineos, un zamorano motero inventor del doce más o un soriano de mil quinientos en la barcelona olímpica o un menudo acróbata sobre un trampolín y que tras volar a fuerza de impulso aterriza con los pies clavados y la mirada al cielo.Admiro el deportista capaz de ponerme los pelos de punta por su arte y su sacrificio y lo adorna de una elegancia casi griega, sin esperar a emocionarme cuando se alzan las banderas.Esto último es la política del deporte y donde se quedan los simples como el amante de los conejitos tapados.
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