Constantí ha pasado a ser de un pueblo plenamente agrícola en el que se cosechaba mucho melocotón, mucho y buen vino y sobre todo mucha y la mejor avellana del mundo, a una ciudad dormitorio. De vivir gente solamente pagesa y catalana, ha pasado a ser un hervidero de gentes de toda clase y condición que trabaja en toda clase de obras e industrias, muchas veces de forma esporádica.