Por la oscura autovía A 1 proveniente de
Madrid, encontramos el desvío nº 85 con dirección a
Aoslos y
Horcajo de la Sierra. Ahora, la
carretera comarcal M 136 discurre entre prados y robledales, culebreando de vez en cuando en suaves curvas, donde las tierras se extiende a ambos lados del
camino, salpicadas de olmos, robles, fresnos, endrinos y zarzamoras.
Es muy habitual descubrir la inmensa vida existente bajo el alto
cielo, violeta y claro en el
verano y oscuro y brumoso en el
invierno, descubriendo durante la
noche la desnuda y blanca luna, velada por innumerables estrellas.
Poco después, tras los robles de la última curva aparece el
pueblo. Aoslos, uno como tantos de la sierra madrileña, con pocos habitantes, aunque mucho más habitado en el verano, recogido sobre un llano ocre y pardo, como la tierra misma. Allí, alineadas a ambos lados de la carretera, observaremos las paredes blancas de las
casas algunas de ellas surcadas por las marcas que deja el tiempo, mezcladas con otras de
piedra e incluso algunas de adobe cuyo abandono es notable, siendo habituales los
corrales, establos y
pajares.