ARANJUEZ OTOÑAL
Donde el color pinta
la ventana llena de sol,
incita las ansias de ver
como si lo bello hablara.
Como incrustado seductor,
su expresión atrapa,
brilla, hace arte los sentidos,
seducción, renovación
y un lugar sagrado en la emoción.
Revienta el color
en misiles de matices
y cada uno, a su vez, en sueños
que merodean los jardines
en rosas con rocío.
Sensación que vibra
ante tanta bondad,
dibujando contornos en
miradas de admiración
como fuegos artificiales que iluminan
las profundidades del alma,
pero al contrario que los artificios,
estas sensaciones quedan para siempre.
Una fiesta de los sentidos
esparcida por los jardines,
entre fuentes y palacios,
bajo un cielo azul
que la encadena con su luz.
Algún faisán, pavo real, la ardilla
que trepa el árbol, tras escuchar el bosque,
mirlos, animales salvajes
que colman las delicias.
Con sus vuelos y correteos
rubrican esta obra maestra de los sentidos,
biografía del cielo destinada en Aranjuez,
el océano del árbol, paraíso de la ternura,
aluvión de la belleza, pasarela del creador,
sobre el roce de la luz eterna,
iluminando, e iluminado
con bombillas de colores
que la magia fue encendiendo.
El Tajo comunicando vida,
encargado de la fertilidad,
abre sus ojos y sus manos colocan
el cuerno de la abundancia
en la estatua de Vertumno,
encargado de distribuir los
frutos y la vida vegetal,
marcando luego las estaciones
y eligiendo él la otoñal, según
su cornucopia, llena de frutos
propios de la estación.
Su lugar en el jardín nos evoca
a conjugar el verbo ver, mirar,
disfrutar, pasear, contemplar,
descansar, vivir, calmar, relajar y un largo
etcétera, pasando por el construir,
conservar y respetar esta gran obra
del hombre que contribuyó con el creador
a hacer posible el disfrute de sentidos
en Aranjuez otoñal.
Donde el color pinta
la ventana llena de sol,
incita las ansias de ver
como si lo bello hablara.
Como incrustado seductor,
su expresión atrapa,
brilla, hace arte los sentidos,
seducción, renovación
y un lugar sagrado en la emoción.
Revienta el color
en misiles de matices
y cada uno, a su vez, en sueños
que merodean los jardines
en rosas con rocío.
Sensación que vibra
ante tanta bondad,
dibujando contornos en
miradas de admiración
como fuegos artificiales que iluminan
las profundidades del alma,
pero al contrario que los artificios,
estas sensaciones quedan para siempre.
Una fiesta de los sentidos
esparcida por los jardines,
entre fuentes y palacios,
bajo un cielo azul
que la encadena con su luz.
Algún faisán, pavo real, la ardilla
que trepa el árbol, tras escuchar el bosque,
mirlos, animales salvajes
que colman las delicias.
Con sus vuelos y correteos
rubrican esta obra maestra de los sentidos,
biografía del cielo destinada en Aranjuez,
el océano del árbol, paraíso de la ternura,
aluvión de la belleza, pasarela del creador,
sobre el roce de la luz eterna,
iluminando, e iluminado
con bombillas de colores
que la magia fue encendiendo.
El Tajo comunicando vida,
encargado de la fertilidad,
abre sus ojos y sus manos colocan
el cuerno de la abundancia
en la estatua de Vertumno,
encargado de distribuir los
frutos y la vida vegetal,
marcando luego las estaciones
y eligiendo él la otoñal, según
su cornucopia, llena de frutos
propios de la estación.
Su lugar en el jardín nos evoca
a conjugar el verbo ver, mirar,
disfrutar, pasear, contemplar,
descansar, vivir, calmar, relajar y un largo
etcétera, pasando por el construir,
conservar y respetar esta gran obra
del hombre que contribuyó con el creador
a hacer posible el disfrute de sentidos
en Aranjuez otoñal.