Carlos III era un monarca, nacido en
Madrid, pero que reinaba en Nápoles, sin embargo, su vida sufrió un giro radical al morir su hermanastro Fernando VI sin sucesor lo que lo convirtió a él y a su esposa, María Amalia de Sajonia, en reyes de
España y de las Indias. A su llegada a España los monarcas importan algunas de las
costumbres napolitanas con las que habían convivido como la de montar la representación del nacimiento durante las
Navidades, una actividad de la que eran muy aficionados. De hecho, hicieron traer desde Nápoles cerca de 7.000 estatuillas.
Amalia de Sajonia desplegó un bonito belén en el
Palacio del Buen
Retiro, ya que el Palacio Real no estaba finalizado aún, en las únicas Navidades que pasó en España, las de 1760 y lo mostró a la gente, teniendo una gran acogida. Un año más tarde fallecía sin saber que había impulsado una
costumbre que dura aún hasta nuestros días.
Pese a la muerte de Amalia, Carlos siguió con la costumbre de montar el Belén, una representación que no retiraba hasta el 2 de febrero. Figuras de enorme belleza y valor que permanecían en Palacio para que el
pueblo las pudiese contemplar, años más tarde decide superarse e idea la creación del Belén del Príncipe, un encargo de Carlos III para su hijo Carlos IV y que todavía se puede admirar todos los años en el Palacio Real.
Con el paso de los años esta costumbre se fue extendiendo hasta las clases más pudientes y humildes. Años más tarde, en todos los hogares españoles, cada uno acorde a sus posibilidades, había un belén.