Breve recorrido por la historia
Parece que el toponímico Bustarviejo proviene de “Bustar”, derivado del latín bos-stare, dehesa o pastizal de bueyes. “Viejo” es un claro determinante de su origen ancestral. Los restos arqueológicos encontrados en el municipio, como la llamada Torre de la Mina, dan referencias históricas de origen musulmán.
En el Libro de la Montería que data del reinado de Alfonso XI (1312-1350) se menciona un pleito, en 1297, mantenido entre Bustarviejo y Canencia por una cuestión de pastos. En 1482 los Reyes Católicos reconocen a Bustarviejo propietario del Valle de los Abedules, resolviendo un litigio contra Miraflores que entonces se llamaba “Las Porquerizas”.
En 1626 los bustareños consiguieron su autonomía de Segovia. En 1666 se descubre una mina de arsénico y plata en la Peña de las Grajas que debió de estar en explotación más o menos continua hasta finales del siglo XIX. Se dice que las estanterías de la Biblioteca del Monasterio de El Escorial están hechas con nogales de Bustarviejo.
En 1787 el Censo de Floridablanca dice que, junto a Valdemanco, tenía 1470 habitantes aunque seguía sin comerciantes, artesanos, maestro ni médico. Era una Villa de Realengo regida por un Alcalde Ordinario.
Durante las Guerras Carlistas pasaron por el pueblo varias partidas, parece que de entonces procede el nombre de una de las fuentes, la de los Muertos. Durante la Guerra Civil se llenó de refugiados. Desde el Valle se puede admirar la Peña Hueca, una gran cavidad con capacidad para cinco o seis personas, que se utilizó como refugio; para penetrar en su interior es necesario saber dónde está exactamente la entrada, una pequeña grieta al ras del suelo, difícil de localizar.
En la posguerra Bustarviejo alojó una colonia de redención de penas por el trabajo que realizó las obras de construcción del ferrocarril, lo que dio nacimiento al viaducto construido por un ingeniero condenado a muerte y posteriormente perdonado. Este campo de trabajo estaba situado en el caminillo de la Viña o vereda de Navalafuente, en dirección a la Dehesa. Actualmente está en ruinas y se utiliza para guardar ganado.
Por la calle de Arroyo Flores se llega al Cerrillo de la Horca, donde cuenta la leyenda que eran ajusticiados los malhechores presos en el Castillo de Manzanares y que en el traslado al Castillo de Buitrago habían intentado escapar.
En la Cruz que está situada en el camino de Miraflores fue fusilado durante la Guerra Civil el párroco del municipio, don Federico Elvira. En otra cruz, en el Paraje de las Caces, murió misteriosamente el guardés de las viñas que antiguamente existían en ese lugar.
Bustarviejo siempre ha sido un pueblo de ganadería y agricultura aunque hoy casi han desparecido; sin embargo, una actividad tradicional como la cantería y la explotación de granito sigue en auge.
Todavía quedan restos de la forma de vida tradicional, como las “talanquedas”, puertas de troncos y las “chozas”, pequeñas construcciones para guardar los aperos de labranza. Los “tinaos” son pequeñas edificaciones para guardar el ganado.
De. Benito Pérez Galdós se refirió a Bustarviejo en uno de sus “Episodios Nacionales”, al que llamó “el rincón de dos amantes” (B. Pérez Galdós: “La Revolución de Julio”, “Episodios Nacionales”, capítulo XVI).
La leyenda de Mondalindo
Mondalindo es un monte que marca las fronteras con Canencia, Garganta y Valdemanco. Al pie de su ladera se ve la senda de la Cañada Real Segoviana. Se dice que en la noche de San Juan, una hermosa mora abre la ruta en espera de su amado, mientras peina su larga melena negra a la luz de la luna. En la ladera del monte brillan las herraduras de oro de los caballos de los moros, que las perdían cuando marchaban a la guerra. Se dice que en el monte existe una cueva llena de riquezas jamás encontradas:
“Mondalindo, lindo, lindo, quien te ve te desea, quién cogerá la moneda que debajo de ti queda”
También se cuenta que en la época en que “Las Porquerizas” eran tierras de peleas entre los municipios de Miraflores y Bustarviejo los ancianos del lugar, cansados de tantas riñas, pensaron una apuesta: las dos mujeres más viejas de cada municipio presentarían dos jarras de vino, la que se lo bebiera antes ganaría la Dehesa. Ganó la de Bustarviejo aun cuando la viejecita de Miraflores le colocó un ratón en su jarra.
Parece que el toponímico Bustarviejo proviene de “Bustar”, derivado del latín bos-stare, dehesa o pastizal de bueyes. “Viejo” es un claro determinante de su origen ancestral. Los restos arqueológicos encontrados en el municipio, como la llamada Torre de la Mina, dan referencias históricas de origen musulmán.
En el Libro de la Montería que data del reinado de Alfonso XI (1312-1350) se menciona un pleito, en 1297, mantenido entre Bustarviejo y Canencia por una cuestión de pastos. En 1482 los Reyes Católicos reconocen a Bustarviejo propietario del Valle de los Abedules, resolviendo un litigio contra Miraflores que entonces se llamaba “Las Porquerizas”.
En 1626 los bustareños consiguieron su autonomía de Segovia. En 1666 se descubre una mina de arsénico y plata en la Peña de las Grajas que debió de estar en explotación más o menos continua hasta finales del siglo XIX. Se dice que las estanterías de la Biblioteca del Monasterio de El Escorial están hechas con nogales de Bustarviejo.
En 1787 el Censo de Floridablanca dice que, junto a Valdemanco, tenía 1470 habitantes aunque seguía sin comerciantes, artesanos, maestro ni médico. Era una Villa de Realengo regida por un Alcalde Ordinario.
Durante las Guerras Carlistas pasaron por el pueblo varias partidas, parece que de entonces procede el nombre de una de las fuentes, la de los Muertos. Durante la Guerra Civil se llenó de refugiados. Desde el Valle se puede admirar la Peña Hueca, una gran cavidad con capacidad para cinco o seis personas, que se utilizó como refugio; para penetrar en su interior es necesario saber dónde está exactamente la entrada, una pequeña grieta al ras del suelo, difícil de localizar.
En la posguerra Bustarviejo alojó una colonia de redención de penas por el trabajo que realizó las obras de construcción del ferrocarril, lo que dio nacimiento al viaducto construido por un ingeniero condenado a muerte y posteriormente perdonado. Este campo de trabajo estaba situado en el caminillo de la Viña o vereda de Navalafuente, en dirección a la Dehesa. Actualmente está en ruinas y se utiliza para guardar ganado.
Por la calle de Arroyo Flores se llega al Cerrillo de la Horca, donde cuenta la leyenda que eran ajusticiados los malhechores presos en el Castillo de Manzanares y que en el traslado al Castillo de Buitrago habían intentado escapar.
En la Cruz que está situada en el camino de Miraflores fue fusilado durante la Guerra Civil el párroco del municipio, don Federico Elvira. En otra cruz, en el Paraje de las Caces, murió misteriosamente el guardés de las viñas que antiguamente existían en ese lugar.
Bustarviejo siempre ha sido un pueblo de ganadería y agricultura aunque hoy casi han desparecido; sin embargo, una actividad tradicional como la cantería y la explotación de granito sigue en auge.
Todavía quedan restos de la forma de vida tradicional, como las “talanquedas”, puertas de troncos y las “chozas”, pequeñas construcciones para guardar los aperos de labranza. Los “tinaos” son pequeñas edificaciones para guardar el ganado.
De. Benito Pérez Galdós se refirió a Bustarviejo en uno de sus “Episodios Nacionales”, al que llamó “el rincón de dos amantes” (B. Pérez Galdós: “La Revolución de Julio”, “Episodios Nacionales”, capítulo XVI).
La leyenda de Mondalindo
Mondalindo es un monte que marca las fronteras con Canencia, Garganta y Valdemanco. Al pie de su ladera se ve la senda de la Cañada Real Segoviana. Se dice que en la noche de San Juan, una hermosa mora abre la ruta en espera de su amado, mientras peina su larga melena negra a la luz de la luna. En la ladera del monte brillan las herraduras de oro de los caballos de los moros, que las perdían cuando marchaban a la guerra. Se dice que en el monte existe una cueva llena de riquezas jamás encontradas:
“Mondalindo, lindo, lindo, quien te ve te desea, quién cogerá la moneda que debajo de ti queda”
También se cuenta que en la época en que “Las Porquerizas” eran tierras de peleas entre los municipios de Miraflores y Bustarviejo los ancianos del lugar, cansados de tantas riñas, pensaron una apuesta: las dos mujeres más viejas de cada municipio presentarían dos jarras de vino, la que se lo bebiera antes ganaría la Dehesa. Ganó la de Bustarviejo aun cuando la viejecita de Miraflores le colocó un ratón en su jarra.