Las primeras noticias que tenemos de nuestros primitivos paisanos, se remontan al periodo neolítico, hace unos 5.000 a 4.500 años, quienes nos dejaron como muestra el dolmen de Entretérminos, del tipo de cámara y corredor de unos 30 metros de diámetro, estudiado por el Marques de Loriana, "sin que ningún especialista visitara el yacimiento" cuyo ajuar, en gran parte perdido, lo formaban un hacha, un puñal, un cuchillo y una punta de lanza con pedúnculo alargado en cobre, dos hachas de
piedra pulimentada, un cuchillo de silex, una punta de flecha del mismo material con pedúnculo y aletas, una cinta o diadema de oro y abundantes restos de
cerámica, con un pequeño vaso campaniforme con decoración de zonas paralelas, lisas y rellenas de un punteado irregular, y que, en opinión de los especialistas, difiere su morfología de los galaíco - portugueses y los del levante español.
Posteriormente, tenemos noticias de nuesta raígambre celtíbera como
pueblo carpetano, con dos gentilidades bien documentadas: AMIA ELARIG y CANTABER ELQUISME , así como una cobija de granito cortada de una estela donde tiene un texto grabado indescifrable que, visto en conjunto, semeja a una Venus. Hacia el 220 a.C., nuestros antepasados, atacaron a Aníbal a su regreso de
Zamora y
Salamanca, cuando cruzaba nuestra
sierra antes de alcanzar el Tajo.
Dada nuestra proximidad a la calzada
romana, que el itinerario Antonino marca de Titulcia a
Segovia, con una Mansión en Miacum, al pie del
río Guadarrama junto al
puente del Herreño, y donde aparecieron varias tumbas
romanas, junto a la calzada cuando se hizo el ferrocarril de
Avila, sufrimos el proceso de romanización, y el propio nombre del pueblo es de origen
romano, VILLAE-ALBA. Allí se han encontrado restos arqueológicos de una ara de un templo a Marte, actualmente en el
Museo Nacional.
De la época visigoda, aún no han aparecido restos, pero sí que los tenemos de los árabes, en distintas
fuentes con
bóvedas de ladrillo y sepulturas de tipo antropomórfico excavadas en
roca y son frecuentes en los
pueblos de la zona. Fuimos reconquistados en el siglo XI y repoblados en el siglo XIII por los segovianos y de ser una aldea de la comunidad y tierra de Segovia de su sexmo de Manzanares, pasamos por decisión de Rey Alfonso X, el Sabio, a ser un Señorío de realengo formando como una aldea más del conjunto del Real de Manzanares. Aún queda, como mudo testigo, donde se reunía el concejo abierto castellano, convocado al son de
campana tañida, como lo tenía por
costumbre: "encima de una rocuela cabe la carrera que va de
Collado Villalba a Manzanares", es decir, en la actual
plaza del
Ayuntamiento, sobre las gradas que fueron talladas por orden del señor Alcalde Sanz, en 1724.
Pasa después a ser Señorío de los Infantes de la Cerda, a quienes se entregó el Real de Manzanares, para que renunciaran a sus derechos a la corona, según las Partidas del Rey Alfonso X. Su dueño, Don Juan de la Cerda señor de Gibraleón, se lo dio a Dª Leonor de Guzman, querida del Rey Alfonso XI, a cambio "de la villa de
Huelva su
castillo fortaleza y salinas". Dicho Rey, en su Libro de la Montería, describe dos reales monterías en nuestro término municipal, entre las veintidós que figuran dentro del Real y son las de Cabeza Mediana y el Serrejón donde se señala la abundancia, de puercos, osos y venados que había por estos parajes. Muerto el Rey de peste negra en el cerco de Algeciras, poco tiempo le sobrevive doña Leonor, pues es asesinada en Talavera, por orden de la reina doña María madre de Don Pedro I, quien se apodera de todos sus bienes, aunque poco pudo disfrutarlos.
El Rey Pedro muere en manos de su hermanastro Don Enrique II, hijo de doña Leonor, así da comienzo la dinastía de los Trastamaras, y es uno de ellos, Don Juan I, el que hace donación del Real Manzanares, a su mayordomo Don Pedro González de Mendoza, en 1383, del cual lo hereda su hijo Don Diego Hurtado de Mendoza, Almirante de Castilla, para pasar definitivamente a la
casa de Mendoza en la época de Juan II, quien da plena posesión, en 1445, a Don Iñigo López de Mendoza y le concede el titulo de Marques de Santillana y Conde del Real, continuando así en la casa de Mendoza y de la Vega, nos concede el titulo de Villazgo por orden del Rey Felipe IV, en el año de 1630, unidos con
Alpedrete y formando una sola villa. Hasta que en 1840 consigue su segregación, siendo Reina Gobernadora doña Maria Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII y madre de Isabel II, en cuyo reinado "sobresalía el nauseabundo negocio de las concesiones de líneas ferroviarias. Todo pasaba por las manos de Muñoz-Borbón y de sus adictos, con el visto bueno interesado de los gobiernos. A
España le costó la planta ferroviaria cien veces más - en dinero, recursos forestales, subvenciones posteriores - de lo que costarían a
Francia, Inglaterra y
Alemania".
Así, no tiene nada de particular, que los municipios para defenderse de esta plaga especulativa, concedieran el paso por el extremo de sus términos municipales. Esto ocurría con nuestro pueblo,
Galapagar,
Torrelodones y el Espinar, por ejemplo. Sin embargo, la distante
estación ferroviaria, pronto dio lugar a un nuevo núcleo de población o
barrio en rápido crecimiento. Así comenzó la industrialización de nuestro pueblo y el origen de su desarrollo. La llegada del
agua, en la década de los sesenta, hizo el resto.
Las primeras noticias que tenemos de nuestros primitivos paisanos, se remontan al periodo neolítico, hace unos 5.000 a 4.500 años, quienes nos dejaron como muestra el dolmen de Entretérminos, del tipo de cámara y corredor de unos 30 metros de diámetro, estudiado por el Marques de Loriana, "sin que ningún especialista visitara el yacimiento" cuyo ajuar, en gran parte perdido, lo formaban un hacha, un puñal, un cuchillo y una punta de lanza con pedúnculo alargado en cobre, dos hachas de piedra pulimentada, un cuchillo de silex, una punta de flecha del mismo material con pedúnculo y aletas, una cinta o diadema de oro y abundantes restos de cerámica, con un pequeño vaso campaniforme con decoración de zonas paralelas, lisas y rellenas de un punteado irregular, y que, en opinión de los especialistas, difiere su morfología de los galaíco - portugueses y los del levante español.
Posteriormente, tenemos noticias de nuesta raígambre celtíbera como pueblo carpetano, con dos gentilidades bien documentadas: AMIA ELARIG y CANTABER ELQUISME , así como una cobija de granito cortada de una estela donde tiene un texto grabado indescifrable que, visto en conjunto, semeja a una Venus. Hacia el 220 a.C., nuestros antepasados, atacaron a Aníbal a su regreso de Zamora y Salamanca, cuando cruzaba nuestra sierra antes de alcanzar el Tajo.
Dada nuestra proximidad a la calzada romana, que el itinerario Antonino marca de Titulcia a Segovia, con una Mansión en Miacum, al pie del río Guadarrama junto al puente del Herreño, y donde aparecieron varias tumbas romanas, junto a la calzada cuando se hizo el ferrocarril de Avila, sufrimos el proceso de romanización, y el propio nombre del pueblo es de origen romano, VILLAE-ALBA. Allí se han encontrado restos arqueológicos de una ara de un templo a Marte, actualmente en el Museo Nacional.
De la época visigoda, aún no han aparecido restos, pero sí que los tenemos de los árabes, en distintas fuentes con bóvedas de ladrillo y sepulturas de tipo antropomórfico excavadas en roca y son frecuentes en los pueblos de la zona. Fuimos reconquistados en el siglo XI y repoblados en el siglo XIII por los segovianos y de ser una aldea de la comunidad y tierra de Segovia de su sexmo de Manzanares, pasamos por decisión de Rey Alfonso X, el Sabio, a ser un Señorío de realengo formando como una aldea más del conjunto del Real de Manzanares. Aún queda, como mudo testigo, donde se reunía el concejo abierto castellano, convocado al son de campana tañida, como lo tenía por costumbre: "encima de una rocuela cabe la carrera que va de Collado Villalba a Manzanares", es decir, en la actual plaza del Ayuntamiento, sobre las gradas que fueron talladas por orden del señor Alcalde Sanz, en 1724.
Pasa después a ser Señorío de los Infantes de la Cerda, a quienes se entregó el Real de Manzanares, para que renunciaran a sus derechos a la corona, según las Partidas del Rey Alfonso X. Su dueño, Don Juan de la Cerda señor de Gibraleón, se lo dio a Dª Leonor de Guzman, querida del Rey Alfonso XI, a cambio "de la villa de Huelva su castillo fortaleza y salinas". Dicho Rey, en su Libro de la Montería, describe dos reales monterías en nuestro término municipal, entre las veintidós que figuran dentro del Real y son las de Cabeza Mediana y el Serrejón donde se señala la abundancia, de puercos, osos y venados que había por estos parajes. Muerto el Rey de peste negra en el cerco de Algeciras, poco tiempo le sobrevive doña Leonor, pues es asesinada en Talavera, por orden de la reina doña María madre de Don Pedro I, quien se apodera de todos sus bienes, aunque poco pudo disfrutarlos.
El Rey Pedro muere en manos de su hermanastro Don Enrique II, hijo de doña Leonor, así da comienzo la dinastía de los Trastamaras, y es uno de ellos, Don Juan I, el que hace donación del Real Manzanares, a su mayordomo Don Pedro González de Mendoza, en 1383, del cual lo hereda su hijo Don Diego Hurtado de Mendoza, Almirante de Castilla, para pasar definitivamente a la casa de Mendoza en la época de Juan II, quien da plena posesión, en 1445, a Don Iñigo López de Mendoza y le concede el titulo de Marques de Santillana y Conde del Real, continuando así en la casa de Mendoza y de la Vega, nos concede el titulo de Villazgo por orden del Rey Felipe IV, en el año de 1630, unidos con Alpedrete y formando una sola villa. Hasta que en 1840 consigue su segregación, siendo Reina Gobernadora doña Maria Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII y madre de Isabel II, en cuyo reinado "sobresalía el nauseabundo negocio de las concesiones de líneas ferroviarias. Todo pasaba por las manos de Muñoz-Borbón y de sus adictos, con el visto bueno interesado de los gobiernos. A España le costó la planta ferroviaria cien veces más - en dinero, recursos forestales, subvenciones posteriores - de lo que costarían a Francia, Inglaterra y Alemania".
Así, no tiene nada de particular, que los municipios para defenderse de esta plaga especulativa, concedieran el paso por el extremo de sus términos municipales. Esto ocurría con nuestro pueblo, Galapagar, Torrelodones y el Espinar, por ejemplo. Sin embargo, la distante estación ferroviaria, pronto dio lugar a un nuevo núcleo de población o barrio en rápido crecimiento. Así comenzó la industrialización de nuestro pueblo y el origen de su desarrollo. La llegada del agua, en la década de los sesenta, hizo el resto.
Collado Villalba mantiene una población similar a la de algunas capitales de provincias como puede ser el caso de Avila,
Cuenca,
Huesca o
Soria, y por otro lado que se encuentra ubicada a una distancia de 30 minutos de un entorno de cinco millones de habitantes. Sin embargo no solo cabe reseñar el nivel demográfico actual, sino, además, el nivel de crecimiento que ha experimentado el mismo a lo largo de los últimos años, con incrementos medios interanuales de 2,500 personas lo que deja bien a las claras el vigor y el potencial de desarrollo que Collado Villalba representa. De forma paralela a la evolución demográfica municipal cabe tener en cuenta, como factor de impulso económico la evolución de la Hacienda Local sobre la que hay que reseñar, por un lado el dinamismo que ha experimentado en el último decenio y, por otro lado, y esto es muy importante, la situación de equilibrio financiero del Ayuntamiento. Según datos de la Consejería de Economía, el 25,50 % de la población se dedica a la industria, el 0,7 % a la
agricultura, el 11% a la construcción y el 63 % a servicios. El Ayuntamiento de Collado Villalba, consciente del desarrollo de su municipio, proyecta ampliar el terreno para el asentamiento de futuras empresas, que cuenta en la actualidad con dos polígonos industriales.