La olla ferroviaria, un invento del pasado, se conoce como un artilugio rudimentario de metal daba de
comer a los ferroviarios, que se convertían en cocineros de lujo a pie de andén.
En la olla ferroviaria se podia cocinar cualquier guiso o
cocido tradicional, pero el más típico de estos trabajadores era el guiso de patatas con carne de ternera.
A la hora de estudiar este fenómeno hay que pararse a pensar en la envergadura de su idea, ya que con el guiso de la olla se daba de comer a toda la brigada del
tren y acabó convirtiéndose en un momento esperado por los trabajadores por la exquisitez de la
comida y por ser un instante de hermanamiento y
reunión que todos agradecían, dada la cantidad de horas que trabajaban.
Los trayectos se hacían tan interminables que casi se olvidaba el destino del viaje, soportaban jornadas de trabajo entre 10 y 16 horas, muchas veces con un frío extremo, y la necesidad de una comida caliente y nutritiva se hacia de rogar. Los trabajadores se encontraban con un problema a la hora de encajar las horas de la comida en sus quehaceres diarios. La solución fue realizar la comida sobre la marcha, aprovechando los recursos de las máquinas y su imaginación. Asi nació la olla ferroviaria.
Probablemente, aquellas primeras ollas ferroviarias eran bastante más rústicas que las actuales, pero hoy en día casi todas constan de un recipiente metálico donde se hace la combustión junto con un puchero de porcelana o barro encajado en el recipiente donde se deposita la comida, todo ello provisto de varias patas para la sujeccion y un asa con empuñadura para su transporte.
En los tiempos actuales este evento se sigue celebrando en muchos puntos de
España, allí donde las
familias ferroviaria convergen con sus recuerdos profesionales, arrastrando y recordando el pasado para concatenarlo a los ferroviarios del futuro, en un afán de avance en la movilidad y el transporte ferroviario español.
Para entender el presente hace falta conocer el pasado.
J. J. C.