ínea caliente del metro
Metro de Madrid. Hora punta. Miles de personas utilizan diariamente este medio de transporte para moverse por la ciudad. Pero algunos de los viajeros lo que buscan dentro de estos vagones es sexo. Aquí, en la línea 2 del suburbano, se dan cita cada tarde decenas de hombres que aprovechan el tumulto de viajeros y la ausencia de cámaras de seguridad para mantener contactos homosexuales. La mayoría son jubilados que esperan la llegada de los vagones en el andén de la estación Puerta del Sol. En estos encuentros sexuales siempre se sigue un idéntico ritual: utilizan los mismos vagones, el de cabecera y el de cola, se colocan en lugares estratégicos como los rincones y durante estos actos reina el silencio. Nadie habla, ni siquiera susurran. Mientras, se excitan, se tocan y se masturban entre sí. Miradas de complicidad, silencio, acercamientos... Un código de sexo furtivo que se repite en las horas punta del día. El deseo de hacer algo privado en público y a la vista de todos.
Metro de Madrid. Hora punta. Miles de personas utilizan diariamente este medio de transporte para moverse por la ciudad. Pero algunos de los viajeros lo que buscan dentro de estos vagones es sexo. Aquí, en la línea 2 del suburbano, se dan cita cada tarde decenas de hombres que aprovechan el tumulto de viajeros y la ausencia de cámaras de seguridad para mantener contactos homosexuales. La mayoría son jubilados que esperan la llegada de los vagones en el andén de la estación Puerta del Sol. En estos encuentros sexuales siempre se sigue un idéntico ritual: utilizan los mismos vagones, el de cabecera y el de cola, se colocan en lugares estratégicos como los rincones y durante estos actos reina el silencio. Nadie habla, ni siquiera susurran. Mientras, se excitan, se tocan y se masturban entre sí. Miradas de complicidad, silencio, acercamientos... Un código de sexo furtivo que se repite en las horas punta del día. El deseo de hacer algo privado en público y a la vista de todos.