Y para que «por sus ánimas se hagan y digan continuas oraciones, sacrificios, conmemoraciones e memorias. En resumen, el rey buscó darle a Dios una
casa donde alabarle y agradecerle su intervención en
San Quintín, intercediendo de paso por sus familiares. Felipe II no quería una
iglesia para los fieles, quería darle a Dios una morada bajo la cual enterrar a su extensa
familia.