Las cubiertas se renovaron por completo en 1968, sustituyendo las vigas de madera de
pino de Valsaín y
San Rafael por vigas de hierro. El
Monasterio destaca por la potencia de su imagen, la sabia composición de su complejo programa funcional, el rigor arquitectónico de cada una de sus partes, la elegancia de la articulación arquitectónica entre las distintas piezas, la cuidada perfección de sus proporciones y sus ricos valores simbólicos.