Siendo la Escurialense en ese momento una institución de gran prestigio, surgió la figura de los embajadores, que por doquier eran enviados con instrucciones y poder adquisitivo para la
compra de numerosos ejemplares. Así, en territorio nacional se llevaron a cabo
compras procedentes de archivos catedralicios y librerías monacales, mientras que en las principales ciudades europeas había emisarios encargados de adquirir obras de renombre.