Pero lo que no pasaba de ser una mera declaración de intenciones cobró forma un año más tarde, cuando su padre, el emperador Carlos V, falleció en Yuste. Pocos días después de su muerte, Felipe II convocó una comisión multidisciplinar de arquitectos, científicos y canteros. Debían buscar en la
sierra de
Guadarrama el emplazamiento adecuado para erigir un
monasterio.