En él reposarían los restos de los padres del rey y se instauraría el panteón real de la dinastía. Es probable que por entonces el monarca ya sopesara la posibilidad de trasladar la corte desde
Toledo a
Madrid, y los 50 km que separaban de
El Escorial de la futura capital de
España eran una distancia fácilmente superable. El lugar, además, disponía de abundante
caza y leña y de
aguas de buena calidad, y en sus inmediaciones había canteras.