Sin embargo, frecuentemente se olvida que, además de un monarca autoritario y de personalidad compleja, Felipe II fue un gran humanista. Sus viajes a
Italia y Flandes como príncipe heredero y durante sus primeros años de reinado le despertaron el interés por los ideales clásicos, el
arte y la
arquitectura. Le confirieron una formación cultural que no solo le permitió supervisar personalmente la marcha de las obras, sino que le llevó a diseñar las bases para hacer de
El Escorial un auténtico templo de sabiduría.