Está rodeada por completo de estanterías de madera diseñadas por el propio Herrera, atiborradas de infinidad de libros, manuscritos, códices y
mapas de todas las épocas y procedencias. Consumado bibliófilo, Felipe II no solo se propuso hacer de
El Escorial un centro desde el que se gobernara un imperio, sino también un lugar en el que se reunieran todos los saberes conocidos hasta el momento.