. El entorno escurialense era un excelente coto de
caza, y los soberanos, ambos excelentes cazadores, decidieron visitarlo con frecuencia. No obstante, cambiaron la decoración interior para adecuarla a la moda rococó de aquel momento. Con ello, las austeras estancias que, según la leyenda, Felipe II había calificado de “un
palacio para Dios y una choza para mí”