Su deseo era abrazar la vida contemplativa, al igual que sus hermanas Paulina y María, en el Carmelo de Lisieux, pero su temprana edad se lo impedía. Durante un viaje a
Italia, después de haber visitado la
Santa Casa de Loreto y los lugares de la Ciudad Eterna, el 20 de noviembre de 1887, en la audiencia concedida por el Papa
León XIII a los peregrinos de la diócesis de Lisieux, pidió al Papa con filial audacia autorización para poder entrar en el Carmelo con 15 años.